Año: 2014 | País: Argentina | Sello: Oui Oui Records
Lista de temas:
- El camino del mono
- El paso
- Los escombros del jardín
- La sal y el arroz
- Las dos mitades
- Nicotina y destrucción
- El arca
- La historia de Hanuman
- Las piedras
- El hijo de Ignacio
- La familia y las guerras
- Los viajes
- Atalayah
Los que conocíamos a Los Natas sabíamos que una vez que Sergio Ch. (bajo, guitarras, piano & voz) le había puesto punto final con sus compañeros a la historia musical de la banda que lo vio crecer y le otorgó cierto prestigio, entendíamos que música no iba a dejar de componer. Y es justamente que a través de cierto material de archivo de esa banda y canciones nuevas se da vida a esto que denominaron Ararat. Dicho está, que después de un tiempo razonable de maduración, sendos discos editados y alguna que otra tocata para ponerse a prueba, llega la tercera placa del trío (descontando split’s y soundtrack’s), denominado “Cabalgata Hacia La Luz”. Grabado y mezclado en los Estudios Romaphonic en Argentina y masterizado en USA, más precisamente por Tom Baker (Black Sabbath, Nine Inch Nails, Rob Zombie, Alice Cooper y Danzig, entre otros) en su propio estudio, debe recalcarse su particular sonido, crudo y aguerrido. A diferencia de otras bandas, como plataforma del disco se destacan dos particularidades en materia de sonido. Por un lado, un bajo va al frente por sobre el resto de los instrumentos, y por otro, una batería que tiene ese sonido como cuando el mítico Pappo editaba sus primeros discos solistas allá a fines de los ’70, entre otros condimentos.
El disco es interesante, pero estate atento, ya que no es una banda de heavy metal clásico, power, thrash o algún que otro género del cual solemos comentar en el portal. Ararat es una banda que fusiona pasiones internas de sus compositores entremezclados con cierta psicodelia, que poco podemos encasillarla en un solo género. Como maduros que son, la banda tiene la capacidad de poder transportarte por pilas de sonidos y te dan la chance de relacionarlos desde un Black Sabbath a un QOTSA. Quizás todo esto venga aparejado, ya que tanto Alfredo Felitte (batería) y Tito Fargo (guitarra & teclados) hacen un trabajo más que interesante y nunca abandonan el barco. Al contrario, hay un gran laburo desde el fondo con el teclado que crea un armonioso clima. Pero eso sí, el bajo teje la tela araña dentro del trío, es una especie de columna vertebral.
La mayoría de las canciones superan los cuatro minutos y sus letras reflejan en cierta medida alguna que otra introspección interna y vivencias personales. No es un disco que se jacte por criticar al gobierno de turno o manifestar algo acerca de ese amor que se perdió. Ararat vuela y fluye con sus sonidos y líricas. Intentan generar un clima que quizás sea poco común para la plataforma stoner/sludge/doom o como la quieras llamar, pero es parte de toda esta movida que se encuentra haciendo ruido desde hace rato. “El camino del mono”, “El paso” o “Los escombros del jardín” (canción a dos violas, sin bajo) representan en cierta medida esto que manifiesto. Ahora sí, por otro lado, está todo pedaleado y no queda mal. Las violas, las voces, el bajo y sus ciertos efectos con dejo a distorsión, pero con esfuerzos doblegados, enmascarados por una batería psicodélica y setentosa. Es más, hasta te diría que la banda te transporta por sonidos y melodías repetitivas y recurrentes que tampoco aburren, al contrario, van creando gradualmente atmósferas poco típicas, que rompen moldes.
Por otro lado, debo destacar la madurez musical de sus integrantes. Definitivamente, es gente que tiene años no solo componiendo sino escuchando muchas bandas y muchos shows encima. No digo que el peso de la historia sea todo, pero cuando una banda llega a este nivel, que a veces se torna medio indescifrable, que roza con lo psicodélico, algo bajo el brazo siempre se trae. Quién le pondría a una canción ¿“La sal y el arroz”?, bueno… a eso me refiero. Sonidos extraños, letras voladas, pero que en definitiva siempre terminan dejando algo. “Las dos mitades” continúa esta línea, a la que le sigue “Nicotina y destrucción” la que aparte de contar con un video oficial que la retracta (de muy buena producción), es la canción que marca un quiebre en el disco. Mantiene la línea de lo que se venía escuchando, pero aparecen algunos punteos un tanto más desarrollados, pero no abandonan la tesitura de las frases repetitivas, ya a esta altura un sello en la banda.
“El arca” invita más aún la cuota instrumental de la banda y se da bastante énfasis a los teclados con sonidos de base pisco, con lo cual tranquilamente podría ser la típica intro de un show. Y ahora si, debemos destacar que los sonidos emitidos por el bajo, que bien como se dijo, son poco convencionales, por momentos parece que el mismo mutara a una viola de seis cuerdas. No me preguntes por qué, pero es el sonido de la banda y es distinto, que en definitiva es lo que garpa. Los redobles recurrentes de “La historia de Hanuman” se suman a este combo y dan con una versión poderosa, que no parecería que solo sonaran tres o cuatro instrumentos. Hay sonidos que magnifican la propuesta y está más que interesante que haya siempre un dejo a teclados desde el fondo. “Las piedras” recorre la misma senda de todo lo que veníamos escuchando, y quizás esto que destaco como recurrente en la banda, de volver a frases dichas en más de una oportunidad en las canciones, le dan un sabor extra a la propuesta.
“El hijo de Ignacio” es la que imprime más velocidad en la placa y que rompe un poco con toda la estructura de medio de tiempo que posee el disco. Va para adelante, con suciedad sonora y prolijidad a la vez, pero descargando furia. Ya es una constante en el seno de la banda las voces pedaleadas, que de no ser así quizás no estemos hablando de Ararat. A mitad del tema retorna el camino que la banda en definitiva venía mostrando, transportándonos en algún momento a sonidos como los emitidos por los Smashing Pumpkins, caracterizados por una cuota psicodélica, poco convencional. “La familia y las guerras” (sin bajo) que aparte de ser la canción más larga del disco (10 minutos) es más limpia desde las voces y desde las guitarras; es una canción que se toma su tiempo para que cada uno de los músicos deje impresa su cuota gradualmente, ingresando uno por vez. Es siempre lenta, bien abajo, una canción que tiene la capacidad de fluir por sí misma y que a momentos deseados es cantada, como dejando que ella sola hable.
Para el cierre, “Los viajes” y “Atalayah” (acústica instrumental) ponen broche a un disco que siempre fue fiel a tres cuestiones, la psicodelia, los sonidos de la década del setenta retratados a la tecnología del 2014 y músicos de un nada acotado espectro musical. Parecería mentira si te digo que Ararat es una banda que tiene la capacidad de hacer música y transportarte con sus sonidos poco convencionales hacia tu espíritu, y que si hilamos fino y nunca los viste en vivo, con este ejemplar te invitan a que los veas. No es un disco de fácil digestión, pero tiene un legado, quizás parte del mismo que les tocó trazar a cada uno de sus músicos para crear algo distinto, donde se sientan identificados, sin importar las secuelas que generen en el entorno.
Agradecemos a la banda por el material.
Autor: Hernán Mazón