El cuarto grande del thrash y la vuelta más esperada. Así fue. 

Malón: A la altura de las circunstancias.

Luego de unas cuantas presentaciones en los últimos meses, pareciera que la figura de Malón se va a acrecentando en cuanto a sonido y despliegue. No es difícil adivinar que este regreso busca darle a la banda otro perfil, rodeándola de un entorno escénico y una presencia de plomos y asistentes dignos de una banda de primer nivel. La buena noticia es que Malón responde y disipa las dudas que uno podía llegar a poner en juego, fundamentalmente con relación a las diferencias entre la manera de vocalizar de O´connor en su carrera solista con respecto su pasado en la “H” y luego Malón. La buena noticia es que el desempeño de Claudio es brillante, potente y destacado. Su caudal vocal está intacto y la banda sabe apoyarse en su despliegue y “buen humor” escénico. ¿El show? Una catarata de hits que resuenan en la memoria emotiva del heavy argento. Estos, sumados a algunos temas de Hermética “Soy de la esquina”, “Evitando el ablande” y “Tu eres su seguridad” invitan a recordar y a prometer un futuro promisorio incluso, en palabras de Claudio , con un “escenario redondo dentro de poco y algún tema nuevo”. Definitivamente la vuelta de Malón es una buena noticia que en vivo no defrauda.

Anthrax: comunión en el mosh.

Sin lugar a dudas, el Big 4 fue una especie de renacimiento para Anthrax. Hay que se justos: jamás fueron ultra populares y su carrera tuvo altibajos. Sin embargo, su actualidad hace que uno le ponga fichas. Entendiendo esto, no fue casual que el inicio de esta segunda presentación en menos de un año incluyera las intro de su nuevo disco “Worship Music” denominada “Worship” junto a “Earth on Hell” y “Fight ‘Em Till You Can’t” también de la última placa. A pesar de que el sonido no fue todo lo nítido y claro que merece la banda, a la altura de “Caught in a Mosh” el público, alrededor de medio campo lleno sumado a algo de gente en plateas y populares, deliraba realizando pogos circulares beneficiados por el espacio que sobraba en el campo pero que no afectaba la entrega y la efusividad. Dos clásicos más como lo son “Antisocial” e “Indians” mediados por el interesantísimo “The Devil You Know” y el mini instrumental “Hymn 1” del último disco, cerraron una imaginaria primera mitad del show. Todavía faltaban un par de clásicos y alguna que otra muestra de entrega y corazón.

A esta altura uno podía ver como la banda sacaba la chapa de su adn hardcore con las ganas, el despliegue y los saltos de la dupla Scott Ian – Frank Bello sumados a un sorprendentemente vigente Joey Belladona, a esa altura una especie de agitador de masas de la mano de temas como “Got the time” o “Medusa”. Mientras tanto, un mucho más parco Rob Caggiano parecía aportar la precisión la calma y la solidez que sirve de contrapeso para tanta muestra de energía. Por su parte Jason Bittner, baterista de Shadows Fall, el reemplazante circunstancial de Charlie Benante debido a la muerte de su madre, tuvo un desempeño correcto a excepción de alguno que otro pifie resuelto con soltura por el oficio de los originales, lo que dio la pauta de que Anthrax es un rompecabezas donde nuevas piezas pueden encajar sin problemas.

“Among the living” fue la instancia previa a los bises mediada por las palabras de agradecimiento de Scot Ian “deberían enseñarles a los estadounidenses, nunca nos vamos defraudados de acá” dijo, para cerrar a todo trapo con la trilogía “Medusa” la icónica “Metal thrashing mad” y la intensa “I´m the law”. Luego, el correspondiente saludo de despedida mediado por “Long live rock and roll” de Rainbow, dio la pauta de que la noche había terminado de lo mejor manera. Después de todo no hay muchas oportunidades de que banda y público puedan establecer una misma sintonía para lograr un objetivo común: divertirse y pasarla bien. Anthrax y el público lo lograron. Bien por ellos. Bien por nosotros.

TEXTO: Carlos Noro

FOTOS: Jorge S. Noro


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