Fecha: Sábado 18 de octubre, 2025 | Hora: 20 hs. | Ciudad: C.A.B.A. | Lugar: Estadio Huracán | Banda invitada: CATUPECU MACHU
GUNS N’ ROSES, la última gran banda del rock para muchos, se presentó por novena vez en Argentina los días 17 y 18 de octubre de 2025 en el marco de su gira titulada Because what you want & what you get are two completely different things, algo así como “lo que querés y lo que obtenés son dos cosas completamente diferentes”. Un título que invita a la reflexión y puede analizarse desde dos ángulos opuestos: o bien lo que se obtiene supera lo que se espera, o sucede exactamente lo contrario.
Hagamos un poco de historia. GUNS N’ ROSES surge a fines de la década del 80, momento en el cual el glam rock, hair metal, hard rock o como se prefiera llamarlo, dominaba la escena y se expandía desde Los Ángeles al mundo entero. Era un género donde las guitarras, el maquillaje y los vestuarios excéntricos marcaban la norma; donde los guitarristas competían por la velocidad, por ver quién sería el próximo gran shredder. En ese contexto, un grupo de cinco chicos del célebre Sunset Strip emergía con una propuesta distinta. Si bien al comienzo compartían ciertos rasgos estéticos, su actitud y su sonido los diferenciaban: menos maquillaje, una vestimenta más desprolija y una rebeldía que desafiaba los estándares del momento.
Las composiciones de Saul Hudson, más conocido como Slash, se basaban en la simpleza del riff al servicio de la canción. Sus solos, lejos de ser ejercicios de virtuosismo, eran una lección de melodía y expresividad, impregnados de blues y sentimiento. A su lado, Izzy Stradlin aportaba el entramado rítmico preciso; Duff McKagan, una base sólida que realzaba los golpes de Steven Adler tras los parches; y al frente, Axl Rose, uno de los mejores vocalistas que daría el rock; un tipo despiadado, desquiciado y rebelde que representaba todo lo que un adolescente buscaba: era la antítesis del modelo, la figura que encarnaba la oposición al sistema y lo comunicaba a través de una actitud desafiante y una voz única, aguda, como era costumbre, pero con un timbre sucio, desprolijo, callejero, anti glamoroso por donde se lo mire. Así nacía un quinteto que, pese a los incontables cambios de miembros, dramas, demandas y escándalos mediáticos, logró escalar hasta la cima del rock con apenas tres discos —uno doble y otro de carácter más experimental, mitad estudio, mitad en vivo.
En su segunda noche, ante un estadio colmado y con la temperatura en descenso, la espera se hizo larga. Veinte minutos después del horario anunciado, las pantallas comenzaron a proyectar una serie de animaciones digitales: la emblemática cruz de la portada de Appetite for Destruction, el logo de la banda, el robot de la tapa original y un sinfín de imágenes que, junto a una música tensa de fondo, incrementaban la expectativa hasta que una voz en off anunció la llegada de GUNS N’ ROSES. El inconfundible riff de Welcome to the Jungle explotó en los parlantes y el estadio estalló. Slash, a la derecha, con su mítica Les Paul, su remera blanca de Mickey Rat, gafas oscuras y galera; Duff, en el centro, con un look punk, fiel a su estilo; Richard Fortus, a la izquierda, con ese aire entre Ron Wood e Izzy Stradlin; Dizzy Reed en los teclados, Isaac Carpenter tras los parches y Melissa Reese a su lado en los teclados. Solo faltaba él, Axl Rose, quien apareció corriendo hacia atrás desde el fondo del escenario para desatar el delirio colectivo con las primeras estrofas del himno que daba comienzo a su primer disco. Para quienes ya habían visto a la banda, el inicio fue algo accidentado en lo vocal. Es sabido que Axl hace tiempo no atraviesa su mejor momento y que su voz ya no alcanza los registros que acostumbraba en los discos. Esta noche no fue la excepción. Sin embargo, el público más joven parecía ajeno a esos detalles y celebraba a un frontman que lo daba todo, moviéndose sin descanso. Fiel a su estilo, Axl se enojó por un problema en su retorno, arrancándose los audífonos y revoleando el aparato por el aire.
Tras la canción, el escenario quedó en penumbras y el cantante, visiblemente molesto, y como para no perder la costumbre, exclamó: “No me voy a molestar por escuchar nada porque evidentemente mi gente no quiere que escuche nada”. Acto seguido, cuatro golpes de cencerro, un slide de guitarra y el inconfundible piano dieron inicio a Bad Obsession, que encendió al público al ritmo country-blues del de la canción para que bailara durante toda su duración. Allí Axl se mostró más cómodo en los tonos medios y graves, rozando por momentos el registro original. Aun así, la tensión en el escenario era palpable, su furia no aflojaba. Luego de interpretar la canción por completo sin retorno, manifestó nuevamente que tenían un problema de sonido y que la batería le estaba martillando la cabeza. Mientras el staff trataba de solucionar los problemas, la banda siguió adelante y Mr. Brownstone continuó la lista en ese segmento de la voz más grave del vocalista donde se manifestó muy bien, pero en las secciones donde debía elevar su tono…se hacía difícil para quienes tenían en su memoria presentaciones del pasado (incluso no tan lejanas como la del 2016). Chinese Democracy, pasó sin mucho impacto antes de la gran sorprersa de la noche. Pretty Tied Up, interpretada por primera vez en vivo en Argentina, mostró a un Axl que pareció encontrar cierto equilibrio vocal, donde los medios graves brillaron y los agudos no sufrieron tanto. Sinceramente fue un placer poder escuchar esta canción en vivo luego de tantos años y shows; una de esas joyitas ocultas del Use Your Illusion II ejecutada magnificamente por toda la banda.
Para este punto, el sonido general era potente, como corresponde, pero la mezcla no alcanzaba la claridad necesaria, generando un empaste que empañaba algunos matices. Live and Let Die mostró una banda ajustada y poderosa, aunque fue uno de los momentos más flojos del vocalista, con agudos forzados que no alcanzaban la nota adecuad, mientras que, It’s So Easy recuperó la magia de antaño, con un final más que digno para desembocar en una de las composiciones más emblemáticas de la banda: Estranged. Aquí, la labor de Slash fue, como siempre, descollante: esas melodías arrancadas del alma y transferidas a las seis cuerdas de su Les Paul no fallaron y generaron todos los matices que esta canción necesita. Duff construyó una muralla de graves mientras que Dizzy hacía de las suyas en las teclas. Sin embargo, por más que le pese a muchos, la voz de Axl no logró elevar el clímax del tema, quedando lejos de las versiones memorables de otros años. Lamentablemente una ejecución musicalmente impecable, con excelentes arreglos de viola, bajo y piano que quedó empañada por una voz achacada por el tiempo y los excesos. Sabbath Bloody Sabbath, tributo a OZZY OSBOURNE, dividió opiniones ya que, para algunos fue homenaje y para otros… una falta de respeto. Aunque la ovación al ver la imagen del Príncipe de las Tinieblas en la gran pantalla del fondo fue ensordecedora. Double Talkin’ Jive, en una versión muy merecedora donde nuevamente el guitarrista brilló por su desempeño, jugando con el pote de volumen dando matices a las notas, prendido fuego, dando vueltas y saltando como en sus mejores momentos, ofició de antesala para una trilogía de clásicos: Knockin’ on Heaven’s Door, Sweet Child O’ Mine y You Could Be Mine. La primera mostró a un Axl entregado pero con escasa interacción con el público; Sweet Child, un final con problemas de entonación; y You Could be mine, potente pero añorando la pegada de Matt Sorum y la furia del segmento vocal rápido que se perdía entre un falsete deficiente y un esfuerzo inusitado por alcanzarlo.
Hacia la mitad del show, una seguidilla de temas recientes o menos populares —Wichita Lineman (JIMMY WEBB), Hard Skool, The General, Slither (VELVET REVOLVER), Better y Absurd— pasó casi inadvertida pero ayudaron a que, Rocket Queen, ese maravilloso y oscuro tema que cierra el álbum debut, épica se alzara majestuosa, con un Fortus inspirado y un solo de Slash impecable que incrermentó el aura mística y etérea de la canción.
En este momento, se generó una especie de interludio que renovó el aire y cambió la energía completamente agitando aún más al público presente y despertando a quienes habían cabeceado durante la seguidilla anterior. Down on the Farm (UK SUBS), encendió la llama punk y trajo al presente aquella adrenalina adolescente que tanto hacía falta. Luego y casi sin respiro, Duff se adueñó del micrófono para entregar una vertiginosa versión de New Rose de THE DAMNED, que recordó a aquellos momentos en los que el mismo bajista interpretaba su canción Attitude,con la misma intensidad que hoy, más de 30 años después, interpretaba este himno punk. Batería rápida y certera, guitarras filosas y veloces, un bajo potente y una voz desprolija, como el punk demanda, mostraron a todos los presentes que la banda no tenía puntos débiles y que podía tocar cualquier cosa que se propusiesen. Tanto es así que para bajar las revoluciones decidieron entrar en los apenas más de diez minutos de Coma, tornando el aire denso y opresivo. A medida que la canción avanzaba el pogo se adueñó del público y un solo único y espectacularmente ejecutado coronó la canción para dar paso a la presentación de la banda y un espectacular solo de Slash que nos paseó por todos los licks clásicos del blues y destacó por el pequeño segmento que entonó del clásico de los BLUES BROTHERS Peter Gunn.
Ya solo quedaba cerrar la noche. Quedaban un montón de canciones que potencialmente podían tocar, pero poco tiempo para todas ellas. A lo largo de la noche grandes clásicos, covers, canciones nuevas, otras no tanto, en comunión con un set de tres pantallas enormes que mostraban animaciones, a veces un tanto eclécticas pero que funcionaban a la perfección como entretenimiento y acompañamiento de las canciones o bien mostrando a los músicos tocando para que quienes se encontraban más lejos del escenario pudieran apreciar con claridad lo que estaba sucediendo, denotaron un show de enormes cualidades. Un show que muy pocas bandas pueden dar y que ya llevaba más de dos horas y media de duración con una entrega absoluta por parte de todos los miembros aunque quizás no con los mejores resultados. En ese contexto el inconfundible silbido de Civil War invadió los oídos y nos mostró a la banda en todo su esplendor. Sin dudas fue el momento más alto de la noche con un Axl —sin la voz de antaño, pero con el fuego intacto— las clavó todas al ángulo y volvió a dominar el escenario como siempre: enajenado y sacado, corriendo de acá para allá sin parar, casi como queriendo dar un fuerte golpe de nostalgia. Como si fuera poco, para cerrar la canción un pequeño fragmento de Voodoo Child (JIMI HENDRIX) se escapó de la guitarra de Slash como queriendo anticipar algo que no sucedió. En cambio, y para darle continuidad al silbido, una de las cosas que Axl hace con total expertise, y protagonismo a las guitarras acústicas, le llegó el turno a las dos baladas más importantes de la noche. Patience, que mostró a todos los teléfonos del estadio encendidos para filmar y November Rain, tan oscura y siniestra como siempre, con los dos solos icónicos de Slash y un final apabullante pese a los deslices de Axl.
Una gran carga emotiva casi para finalizar el show. Sin embargo, la noche no podía terminar así. Faltaban dos canciones o al menos una. No podían no estar en el set. Y sí, una bocina resonó en el aire y, tras los platillos de Carpenter marcando el tempo, el inconfundible e inigualable riff de Nighttrain hizo temblar el suelo de Parque Patricios al ritmo de un estadio entero saltando y coreando toda la canción. Casi como si el tema lo poseyera, Axl casi no mostró altibajos, redimiéndose hacia el final del show con uno de sus temas más icónicos y dejando en claro de qué se el rock aún vive y ellos todavía portan la antorcha. El cierre vino de la mano de Paradise City con una nueva explosión absoluta del público y una entrega final total de la banda. A esta altura ya todo estaba dicho.
Una noche ambigua, que se debatió entre el disfrute, la nostalgia de quienes ya habían vivenciado a GUNS N ROSES en mejores épocas y la emoción y el vértigo de las generaciones que por primera vez (y quizás única) veían en vivo a esta banda de forajidos que, pese al paso del tiempo y sus achaques, siguen girando y mostrando de qué se trata el rock n roll. En un momento donde la música moderna tiende a utilizar sonidos digitales que suenan todos igual, la apuesta a lo ultra técnico y extremo y producciones shiperdigitales, uper comprimidas que buscan volumen y fuerza en lugar de aire y versatilidad, GUNS N ROSES devuelve la frescura de un rock que, en otro tiempo, fue eco de quienes querían marcar la diferencia contra un sistema, mostrarse rebeldes frente a la norma. Hoy el rock se ha vuelto norma, moda, ya no representa lo mismo para los jóvenes que lo que representó a fines de los 80 y mediados de los 90. Es en este marco que GUNS N ROSES hace un intento por resistir y subsistir, manteniendo viva la llama del rock, de la rebeldía, del hacer lo que quieren y como quieren. Por un lado lo logran y muy bien, pero por otro, por el lado de aquel cantante seductor que supo perforar oídos con su timbre tan particular como afinado, hoy debería quizás replantearse algunas cosas. Axl siempre fue Axl e hizo lo que quiso, cuando quiso y según sus tiempos. Hoy lo sigue haciendo y eso muestra que su esencia no cambió; sin embargo, su voz ya no le responde igual. El rock podrá no tener el mismo significado ni el mismo peso que hace 30 años; podrá ser moda para muchos y tendencia para otros. Sin embargo, a juzgar por el público presente esta noche, está más que claro que no murió, que hay una esperanza y que quienes tuvieron la oportunidad de ver a GUNS N ROSES esta noche, quizás hayan sentido un poco de esa energía callejera de antaño que aún permanece, aunque tenue, en la banda de California. Esa chispa quizás (y ojalá) sea capaz de encender una nueva llama en los años venideros y que una nueva voz, sucia, callejera, desprolija y desobediente se adueñe de los escenarios como los hizo Axl Rose en los 90!
Y para todos aquellos que se resisten y tratan de hundir al rock….Get in the ring motherfuckers!
Texto: Estanislao Aimar
Fotos: Cortesía DF Entertainment
Agradecemos a Silvana Gomez Caje de DF Entertainment por la acreditación al evento.
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