SANTA COMPAÑA – La Procesión de Cruces Ciegas


Año: 2025 | País: Argentina | Género: Heavy Metal/Hard rock | Sello: Independiente | Lemmymómetro: ♠♠♠♠♠♠♠♠♠ (9/10)

La Santa Compaña no nació como una creación de Valle-Inclán, sino como un mito gallego que el autor incorporó en su obra Romance de lobos. En esa tradición, la Compaña es una procesión nocturna de almas que caminan entre la niebla, portando luces o antorchas, y que anuncian la muerte. Se dice que busca nuevos acompañantes para sumarse a su marcha y que, a veces, la encabeza un vivo que al despertar no recuerda nada, aunque queda debilitado por la experiencia. En la novela de Valle-Inclán, el protagonista, Don Juan Manuel, presencia esa procesión como un presagio: no de su propia muerte, sino de la de su esposa. Allí, lo sobrenatural y lo humano se funden en un mismo espacio de culpa, expiación y destino.

Ese imaginario —donde la fe, la sombra y la condena se entrelazan— encuentra eco en el debut de SANTA COMPAÑA, banda porteña que irrumpe en el under con una propuesta tan fiel al legado clásico del metal como consciente de su tiempo. Su primer trabajo, La Procesión de Cruces Ciegas, no es solo un EP: es una declaración de intenciones, una invocación contemporánea a los fantasmas interiores y sociales que todavía caminan entre nosotros.

Formada en 2024 por Leonardo Fuster (voz y bajo), Francisco Mancini (guitarra y coros) y Gabriel Serazin (batería), la banda surge con un objetivo claro: componer sin ceder a modas, sin fórmulas, sin algoritmos. Grabado en Fuster Records, el estudio del propio Leonardo, el disco fue trabajado con libertad total, sin reloj ni presiones. Se siente. Cada canción respira, tiene espacio, densidad y esa aspereza necesaria para sonar viva. El trío logra un sonido analógico, orgánico, con guitarras que huelen a válvulas calientes y una batería que suena como debe: humana, presente, rugosa. Pero debajo de esa rudeza hay un trabajo minucioso: La Procesión de Cruces Ciegas es un disco lleno de arreglos sutiles, tanto en las guitarras como en las voces, donde cada detalle aporta textura, profundidad y una intención expresiva muy cuidada.

De mi carne abre el disco con un riff que recuerda a los METALLICA y MEGADETH más melódicos, mientras la voz de Fuster se mueve entre la potencia de Chuck Billy (TESTAMENT) y la garra visceral de Walter Meza (HORCAS). Tiene aire progresivo, con pasajes que alternan calma y tormenta, y momentos hiper heavys en el medio que dan cuenta de la amplitud estilística de la banda. La letra, que repite con crudeza “Se alimentan de mi carne / soy un cadáver”, traza una metáfora entre el consumo humano, la codicia y la pérdida de identidad: un cuerpo devorado por la ambición ajena, una denuncia hecha carne.

La Santa Compaña, pieza central y conceptual de la obra, abre con un aire a In My Darkest Hour de MEGADETH, para luego fundirse en una atmósfera oscura y ominosa, con voces que evocan a ALICE IN CHAINS y una impronta de heavy moderno. La canción combina melancolía, tensión y peso, y deja claro que el grupo entiende la oscuridad no solo como estética, sino como un territorio emocional que explorar.

Heridas aparece en el centro como una power ballad con toques modernos en las guitarras, que suena honesta, despojada, y que culmina con un grito gutural desgarrador, casi catártico. Ese final, lejos de romper la emoción, la consagra. En la letra se filtra la fragilidad del vínculo humano: “Cuántas veces llegamos al mismo lugar… Nadie sobrevive sin dolor.” No hay escapismo: hay aceptación, madurez y una ternura áspera, a lo STONE TEMPLE PILOTS pero desde una sensibilidad más local.

Ciego de Ambición arranca con un riff entrecortado, hiper pesado y lleno de armónicos, al estilo de BLACK LABEL SOCIETY, que marca el pulso más filoso del disco. Es una canción de impronta moderna, muy riffera, donde la banda despliega groove, precisión y una potencia que golpea sin saturar. Hacia el final, el tema se acelera y se desata en un cierre casi thrasher, que funciona como catarsis y reafirma la versatilidad del trío. En la letra, “Inyectando su veneno / ya no parece entender / que se roba una vida / para calmar su ambición”, se cuela una crítica directa al poder, la fe manipulada y el ego desbordado. Es el retrato de un falso mesías contemporáneo, esclavo de su propia soberbia.

El cierre llega con Qué ves, versión del clásico de DIVIDIDOS, con un inicio que remite a Only de ANTHRAX en la era John Bush, una referencia que encaja de manera natural con el ADN del proyecto. La canción luce transformada y casi irreconocible más allá de la melodía vocal. Los riffs se endurecen, el tempo se arrastra con pesadez, y la interpretación adquiere un carácter más oscuro y existencial. Buena elección: no busca nostalgia, sino resignificación.

En tiempos en que el metal parece debatirse entre la nostalgia y la hiperproducción digital, SANTA COMPAÑA se planta en un punto intermedio: rescata lo mejor de los noventa, de ese sonido que respiraba verdad, pero lo combina con una narrativa actual y una búsqueda literaria poco frecuente en la escena local. Hay en ellos una intención poética, una necesidad de dotar al género de simbolismo, de invocar lo que se esconde bajo la superficie de lo cotidiano.

La Procesión de Cruces Ciegas es, en ese sentido, una metáfora perfecta: una marcha de almas vivas, errantes, que avanzan en la oscuridad buscando sentido. En medio de una escena saturada de ruido, SANTA COMPAÑA propone silencio, densidad, palabra y fuego. El trueno de Valle-Inclán resuena otra vez, y su eco se transforma en distorsión. No es solo metal: es una invocación.

Texto: Carlos Noro

Agradecemos a la banda por la facilitación del material.
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