TURBOCOOPERS – Rock N Roll dealers


Año: 2024 | País: Argentina | Género: Grung/Progresivo/stoner metal | Sello: 2M (Arg) | Lemmymómetro: ♠♠♠♠♠♠♠♠ (8/10)

Hay discos que se escuchan y hay discos que te inyectan algo bajo la piel. Rock N’ Roll Dealers, de TURBOCOOPERS, pertenece a esta segunda categoría: no busca convencerte, sino drogarte. Desde el primer acorde suena a combustible adulterado, a sótano húmedo y maloliente donde el aire se mezcla con humo de cigarrillo, olor a válvula quemada y ese pulso eléctrico que hace vibrar el pecho más que el oído. Es un disco que no pide permiso ni disculpas. Que no posa, no negocia, no filtra. Que recuerda que el rock’n’roll —en su versión más física y menos decorativa— sigue siendo una sustancia psicoactiva. Y ellos, los TURBOCOOPERS son los dealers.

La propuesta es tan simple como peligrosa: riffs veloces, letras cortantes, una energía que parece empujar las paredes del estudio. Cada canción es una dosis medida con precisión: lo justo para mantenerte despierto, lo suficiente para hacerte temblar. El concepto se refuerza con el librito incluido en la edición física, un cómic que traduce en imágenes el mismo vértigo que la banda imprime en sonido. Las canciones no solo se escuchan: se leen, se ven, se encadenan como historietas de acción, sexo y redención, con estética pulp y colores saturados.

El disco abre con Bienvenidos al Killer Club, un prólogo breve que funciona como la puerta del local: adentro, el ruido manda. Antihero y I Don’t Care marcan el ritmo del viaje: guitarras urgentes, batería que patea la mezcla hacia adelante, voces con la insolencia justa. El espíritu recuerda por momentos a THE HELLACOPTERS, esa mezcla perfecta entre velocidad y melodía, con la mugre del garage y la euforia del hard rock sueco. Pero los Turbocoopers no imitan: metabolizan. Toman la actitud de SUPERSUCKERS, el desenfado de BACKYARD BABIES, el hedonismo peligroso de TURBONEGRO, y lo devuelven pasado por el filtro rioplatense, más ácido, más burlón, más callejero.

En Rock N’ Roll Dealers, el tema que da título al disco, la metáfora se vuelve explícita: “esto no es música, es mercancía”, parecen decir. El riff es la jeringa, el solo de guitarra es la dosis, el estribillo es la adicción. No hay cura posible. El rock’n’roll es una droga y ellos son sus distribuidores oficiales. En Fantasmas, la euforia se disuelve en melancolía: es el momento en que la adrenalina baja y aparecen los rastros de la resaca. Pretty Fucked Up recupera el pulso salvaje, con un aire de autodestrucción festiva, puro punk’n’roll de barra y vereda.

El tramo medio —Los Angeles, Fuiste!, Dame Like— es una inyección de humor y velocidad. Canciones breves, en castellano o inglés indistintamente, que funcionan como viñetas dentro del cómic: persecuciones, accidentes, chispas, besos y trompadas. La mezcla de lenguas no suena forzada: forma parte de la identidad del rock rioplatense, siempre mitad importado, mitad inventado. TURBOCOOPERS asume esa dualidad con naturalidad, sin solemnidad y con una frescura que los emparenta tanto con la crudeza de MOTOSIERRA como con la actitud insolente de los escandinavos que mantuvieron el fuego encendido cuando el rock parecía domesticado.

El final del disco mantiene el pulso alto: Exploited Me y This Is For The Ones condensan el espíritu de pertenencia y resistencia, mientras Some Kind Of Attitud cierra como un portazo, un último chute antes de que la aguja se quiebre. La producción conserva la aspereza sin perder definición: los instrumentos suenan al rojo, el volumen nunca baja, el eco del bajo vibra en el pecho. Todo el álbum mantiene esa tensión entre el exceso y el control, entre el ruido sucio y la edición minuciosa.

El punto de contacto con MOTOSIERRA no está solo en la estética sonora, sino en la convicción. Ambos parten del mismo subsuelo —ese garaje rioplatense donde el rock sigue oliendo a óxido y cerveza—, pero difieren en su energía: los uruguayos golpean con ira, los argentinos seducen con el vértigo. MOTOSIERRA es la pelea; TURBOCOOPERS es la droga. El resultado es igual de peligroso.

Rock N’ Roll Dealers es, ante todo, una declaración de principios. Un disco que defiende la fisicidad del objeto, la necesidad de ensuciarse las manos. En tiempos de playlists descartables, el librito historietado se vuelve un gesto político: devolverle cuerpo, narrativa y olor al rock. No hay pose ni nostalgia: hay convicción. Hay sudor, hay papel, hay tinta.

Y cuando todo termina —cuando la aguja se levanta y el cómic se cierra—, llega el sello final: editado por 2M Producciones, una edición impecable que equilibra la mugre y el detalle, el caos y el pulso. Gracias a ellos, Rock N’ Roll Dealers no es solo un disco: es un estupefaciente legal, un viaje breve pero intenso hacia el corazón del ruido. TURBOCOOPERS no hacen rock: lo venden. Y lo hacen con la sonrisa torcida de quienes saben que en esta esquina del Río de la Plata, el rock’n’roll sigue siendo la droga más pura que queda.

Texto: Carlos Noro

Agradecemos a 2M Producciones por la facilitación del material.
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