TRIDDANA en vivo en Buenos Aires: “Si se calla el cantor, canta el violero”


  Si se calla el cantor… canta el violero

Hola, Juan José, no me gustó tu show.”. Esa sería la más corta y antipática crónica que le pueden hacer a TRIDDANA, y a cualquier banda del mundo, así que vamos de nuevo. “Hola, Juan José, luego de ver el show de tu banda (el primero con vos en voz líder), quiero contarte una historia. Había una vez un guitarrista, muy virtuoso él, que dejó una banda pionera en su país, Alemania. Armó su propio grupo, con un cantante increíble y sacó un par de muy buenos discos. Pero luego, cosas de la vida, ése cantante se fue y ése guitarrista decidió ponerse a cantar él mismo. Los resultados, a mi criterio y el de varios, no fueron muy alentadores, pero a lo largo de años, la insistencia, y sobre todo algunos ajustes en la banda; el engranaje se aceitó y hoy su banda goza no solo de muy buena salud, sino también de gran prestigio. Colorín-colorado, como el cantante/guitarrista en cuestión, esta metálica historia ha acabado”.

El tontillo relato de arriba, por si no se dieron cuenta, habla de Kai Hansen y GAMMA RAY. Si bien un HELLOWEEN no es SKILTRON, Ralph Scheepers no sea un Diego Valdéz y Juan José Fornés no es colorado; el paralelismo me pareció más que interesante.

El 26/03/16 quedará marcado a fuego en la historia de TRIDDANA. Fue el primer show con su guitarrista ocupando también la voz antes en poder de Diego Valdéz. Un vacío grande de llenar y no lo digo por el tamaño de quien venía entonando las composiciones de Fornés desde los tiempos de SKLITRON.

La velada arrancó con ISIDRIS. Costó prestarles la atención que merecen, y recién lo logré al apreciar la buena entonación y el inglés intachable de su cantante Daniel García, sumado a su guitarrista Juan Kilberg, que cuando logró desatarse del corsé del género, insinuó que tiene algún as guardado en sus cuerdas. Sorprendieron con el cover (Burning Heart, de SURVIVOR) y esa osadía hizo sumar más puntos. Puntos que me sigo resistiendo a darle a LORD KRAVEN. No de jodido, me gusta la puesta en escena, que a esta altura es una A-puesta considerando la pobreza que vivimos; pero musicalmente algo me falta para coparme con la banda. No los veía hacía tiempo y me fui con la sensación de verlos encerrados en un mismo corralito del que no sé si no salen por saberse muy bien la receta o por falta de ingredientes para variarla.

Llegó el plato principal. Yo venía con The Power and the Will” muy escuchado en los últimos días, con una muy alentadora impresión. Si bien no tiene un “hit” (¿hay hits en el folk?) como “Men of Clay” o “Faking a War” de su antecesor, el disco se me hacía hasta incluso más parejo que el aplaudidísimo Ripe For Rebellion”. Pero la duda guacha no faltaba en el aire: ¿no se extrañaba tanto el caudal de Valdéz por la voz de Fornés o por el arte de la ingeniería de sonido? Permítanme ser malito un segundo y decir que creo que es lo segundo, pero no liberen hordas de escoceses arduos de cortarme la cabeza, aún no.

Sí, es imposible negarlo, la banda perdió mucho en vivo. La lógica ya te indica que el combo guitarrista/cantante obliga a una postura más estática del principal interlocutor de la banda con el público. En éste punto es meritorio el trabajo de Pablo Allen (encargado de los vientos), quien interactúa con la gente de manera constante y efectiva. Lamentablemente, es Allen quien aporta los coros y acá nos topamos con un problema tan grande para la banda como la caballería pesada inglesa lo era para William Wallace y sus acólitos. Si el inmenso caudal del cantante ido es reemplazado por uno de menor rango, aunque siempre afinado, y encima su principal sostén en los coros es el encargado de soplar y soplar con gaitas y whistles todo el show; es lógico que la parte vocal sufra.

Con este esquema sobre las tablas, la banda manejó tranquila los temas nuevos, con el polentoso arranque con “Shouting Aloud” o mi favorita Everlasting Lie a la cabeza.  Becoming, The Snake & the Pit y Death Blow también fueron muestra de los galones del nuevo álbum. Pero la cosa pasaba por otro lado. Y los cuatro músicos lo evidenciaron en todo momento, con ciertos nerviosismos y un reiterado agradecimiento al apoyo de los presentes. La lupa iba a estar sobre las composiciones pasadas, y allí el show se empantanó un poquito. No imaginen a una ANNETTE OLZON queriendo llegar arriba como TARJA, o un BLAZE BAYLEY buscando emular al prócer DICKINSON. Ni ahí, pero la furia de The Beginning o la del cierre con Faking a War, estuvo lejos de los kilates acostumbrados.

No liberen a las hordas, vuelvo a pedir, porque la batalla está lejos de ser perdida. Volviendo a la historia del coloradito Hansen, hay que recordar que la taba se le dio vuelta a GAMMA RAY cuando Kai trajo a un segundo violero todo-terreno, Henjo Richter, quien además de ser guitarrista cumplidor, toca teclados y hace coros. Además, movió a su “Robin” Dirk Schlächter de la guitarra a su original puesto de bajista, donde estando más cómodo, pudo sumar su voz a los coros más eficientemente.

¿Moraleja de la historia? Quizás TRIDDANA se acomode solito a lo que viene por delante, que sabemos que es mucho –Europa incluido-, pero no estaría de más revisar historias como la que intenté contar. La banda tiene una pesada historia en el mundillo vernáculo del folk y aunque el corpulento cantante no esté, tiene buena espalda para soportarla.

“Así termino la historia, Juan José. Y como bien definiste al bautizar tu banda con un nombre que significa `Luchas´, solo te queda eso, seguir luchando. Un paso más en la batalla… como alguien dijo hace unos años”.

Texto: Rodrigo San Miguel

Fotografía: Maru Debiassi

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