Fecha: Sabado 13 de septiembre, 2025 | Hora: 20 hs. | Ciudad: C.A.B.A. | Lugar: Uniclub | Bandas invitadas: MONTE PALOMAR
La noche en Uniclub fue un viaje de tres dimensiones que se encadenaron sin forzarse. MONTE PALOMAR abrió desde lo espiritual, con su cadencia stoner-doom teñida de psicodelia rioplatense. HÄLLAS llevó al público a un viaje cósmico donde el rock progresivo y lo interestelar se volvieron una celebración colectiva. Y CEMETERY SKYLINE cerró con la solemnidad de la melancolía nórdica, entre voces oscuras y melodías góticas que marcaron un debut imponente.
MONTE PALOMAR: el peso de lo espiritual
La apertura de la velada estuvo a cargo de los rosarinos MONTE PALOMAR, que desplegó un set donde cada canción funcionó como un pasaje hacia lo espiritual. En el centro, Sasa Fontana se erigió como la figura magnética: su voz, grave y cargada de matices, avanzó con una cadencia psicodélica, espiritual y sensual, totalmente compenetrada con el color y la narrativa de la música. No cantaba solo versos; los encarnaba, los moldeaba como mantras que guiaban al público hacia un trance colectivo.
El arranque con De falsos orígenes y Penumbra fue un ingreso lento a ese universo, donde las guitarras de Pablo González y Alejandro González construían capas densas y reverberantes. El mar se extendió como una odisea acuática de oscura distorsión y atmósferas expansivas, hasta desembocar en una versión personalísima de Electric Funeral de BLACK SABBATH, donde Sasa Fontana impregnó de dramatismo sensual cada línea, reinventando el clásico desde el lenguaje propio de Monte Palomar.
El tramo final llevó la intensidad aún más lejos. Cenit fue el punto de mayor expansión, sostenido por la batería precisa y envolvente de Eric Flägel y el bajo profundo de Leo Salani, mientras las guitarras se desplegaban entre riffs pesados y texturas psicodélicas. Lisergia en el Paraná abrió un pasaje alucinógeno, cargado de resonancias espaciales, antes de que Nadir clausurara la presentación con un descenso hacia lo más profundo, dejando al público suspendido en una penumbra cargada de vibraciones graves.
La propuesta de MONTE PALOMAR no se mide en velocidad ni en precisión, sino en atmósfera. Y allí, la figura de Sasa Fontana resultó clave: intérprete, médium y narradora, que convirtió cada palabra en imagen y cada silencio en respiración compartida. Fue ella quien, con su cadencia y magnetismo, transformó el comienzo de la noche en una experiencia espiritual cargada de peso y sensibilidad.
HÄLLAS: el viaje cósmico
Si MONTE PALOMAR abrió la noche desde lo terrenal y espiritual, la llegada de HÄLLAS trasladó al público directo a otro plano: el de la aventura cósmica y la narrativa fantástica. Desde Birth/Into Darkness, la voz de Tommy Alexandersson —profunda, clara y envolvente— se impuso como narrador de un viaje donde lo épico y lo místico se dieron la mano. A su vez, su bajo Rickenbacker fue un protagonista absoluto; con un sonido profundo y resonante, atravesaba el aire como si cada nota abriera un portal hacia un agujero negro, uniendo la gravedad de lo cósmico con la vibración terrenal
Con Stygian Depths y Repentance, el viaje se volvió más oscuro y dramático, un descenso a los abismos cósmicos donde las guitarras gemelas de Alejandro Moraitis y Marcus Petersson desplegaron armonías herederas de THIN LIZZY, pero llevadas a un terreno progresivo y sideral.
Earl’s Theme y Shadow of the Templar aportaron el costado más narrativo: canciones que funcionan como capítulos de una saga, con pasajes instrumentales que construyeron tensión y atmósfera. Aquí los teclados de Nicklas Malmqvist tuvieron un rol central, pintando paisajes estelares que parecían sacados de una ópera rock intergaláctica.
El clima se expandió aún más con Tear of a Traitor y Labyrinth of Distant Echoes, piezas largas donde el espíritu de zapada en vivo se sintió más fuerte: cambios de ritmo, solos extendidos y un aire de libertad controlada.
La energía volvió a levantarse con Carry On, directo y casi hímnico, para luego desembocar en la majestuosidad de The Golden City of Semyra, una pieza que brilló por su carácter épico, como si describiera la llegada a una ciudad mítica en un planeta lejano.
En la recta final, Star Rider y Fading Hero fueron coreadas con fervor, con el público repitiendo riffs y solos como si fueran estribillos, confirmando que HÄLLAS era la banda más esperada de la noche. El cierre con The Astral Seer y Hällas condensó toda la propuesta: un viaje cósmico, melódico y progresivo, donde la sensación de vivir una especie de road movie espacial nunca mermó.
Vestidos como viajeros interestelares, con una estética que remitía a un cruce entre ciencia ficción setentera y fantasía épica, los suecos reforzaron la sensación de estar participando de una odisea fuera del tiempo. Y el público lo entendió así: aunque no cerraron la noche, HÄLLAS fue la banda más esperada, con la gente coreando riffs, repitiendo solos de guitarra como si fueran estribillos y cantando varias de las partes vocales. La sensación final es que en vivo la banda mantiene ese clima de zapada, con la rara virtud de administrar una complejidad que nunca pierde la simpleza. No hay lugar para interminables exhibiciones de virtuosismo, pero lo que se escucha es virtuoso en su concepción: cada nota encaja con la otra, siempre bajo la premisa de que el todo es más que la suma de las partes. Es esa química la que convierte a HÄLLAS en una experiencia tan magnética en directo.
CEMETERY SKYLINE: la oscuridad nórdica
El cierre quedó en manos de CEMETERY SKYLINE, la rareza de la velada. Una banda de formación reciente, con apenas un disco, pero integrada por músicos de peso en la historia del metal nórdico. Mikael Stanne (DARK TRANQUILLITY/THE HALO EFFECT) en voces Markus Vanhala (INSOMNIUM/OMNIUM GATHERUM) en guitarra, Santeri Kallio (AMORPHIS) en teclado, Victor Brandt (DIMMU BORGIR en vivo, ex-ENTOMBED A.D.) en bajo y Vesa Ranta (SENTENCED) en batería, construyeron una propuesta que transita entre la melancolía gótica y la densidad escandinava. El público, que ya venía de dos propuestas muy distintas como MONTE PALOMAR y HÄLLAS, lució expectante desde el primer acorde de CEMETERY SKYLINE. La sensación era de curiosidad y reverencia: querían ver de qué era capaz esta superformación nórdica en su primera visita a Argentina. Cada pausa, cada silencio, fue acompañado por miradas atentas y un respeto absoluto, como si se tratara de un estreno solemne.
El repertorio de Nordic Gothic (lanzado en 2024) fue reordenado, no respetando la secuencia original del disco, sino buscando crear climas diferentes. Behind the Lie abrió con un pulso más pesado, Torn Away se presentó más ganchera y The Darkest Night combinó oscuridad y melodía atrapante. En medio de esa trama, apareció Nothing From This World, su último single, que funcionó como anticipo de hacia dónde apunta el futuro del grupo. Fue un momento clave del recital: los teclados de Santeri Kallio construyeron una atmósfera etérea y sombría, mientras las guitarras de Markus Vanhala se desplegaron con una melancolía precisa, en un ir y venir complementario que alternó protagonismo y generó un clima de expectativa total. En este sentido y a lo largo del set, la banda mostró sus búsquedas: The Coldest Heart evocó a TYPE O NEGATIVE con un bajo distorsionado y sepulcral; When Silence Speaks remitió al experimental Projector de DARK TRANQUILLITY y I Drove All Night, clásico de Roy Orbison, popularizado por Cindy Lauper, sorprendió por su aire pop en medio de tanta densidad.
El momento más introspectivo llegó con Konevitsan kirkonkellot, pieza tradicional finlandesa que sonó pesada y oscura, recordando a los segmentos sombríos que SENTENCED solía incluir en sus discos. Fue un pasaje cargado de raíces y melancolía antes del desenlace final. En lo estético, Markus Vanhala se robó las miradas: ataviado íntegramente de negro, con sombrero y anteojos oscuros, rindió homenaje a Wayne Hussey de THE MISSION, trasladando esa impronta al terreno musical con melodías melancólicas teñidas de un inconfundible toque escandinavo.
Por su parte, Mikael Stanne ofreció quizá su mejor presentación vocal en Argentina. Sobrio en las palabras —nunca fue un frontman verborrágico—, se concentró en cantar con una precisión impecable, encontrando en CEMETERY SKYLINE la comodidad de dejar de lado los guturales y explorar plenamente las voces claras. Su interpretación fue oscura y precisa, reforzando la identidad gótica de la banda.
El resto del grupo completó un engranaje perfecto: Santeri Kallio sumó teclados atmosféricos que expandían el clima, Victor Brandt sostuvo con un bajo que retumbaba en el pecho y Vesa Ranta imprimió un pulso firme y exacto, recordando por qué SENTENCED es referencia obligada del metal melancólico. El cierre con Alone Together fue sorprendentemente oscuro y amargo, coronando un recital que osciló entre la “oscuridad feliz” y la densidad melancólica, dejando una estela de melancolía que contrastó con el clima cósmico dejado por HÄLLAS y lo espiritual de MONTE PALOMAR.
Más allá de lo musical, la jornada representó un desafío infrecuente a nivel producción: son contados los casos en que dos bandas internacionales que no vienen girando juntas se presentan en una misma fecha. El riesgo se transformó en acierto, con un Uniclub colmado por una muy buena convocatoria, lleno de un público curioso, entusiasta y entregado a la experiencia. El detalle no fue menor: el sonido se mantuvo parejo en las tres presentaciones, respetando las necesidades particulares de cada grupo, lo que permitió disfrutar tanto de lo espiritual de MONTE PALOMAR como del viaje cósmico de HÄLLAS y la densidad gótica de CEMETERY SKYLINE sin fisuras técnicas.
Tres universos distintos, unidos por la misma necesidad de explorar: lo espiritual, lo cósmico y lo gótico se dieron la mano en una misma velada. Más que un festival, fue una ceremonia donde la música mostró su poder de construir mundos y abrir portales. Y al final, quedó la imagen de un Uniclub atravesado por tres colores distintos: el humo místico de MONTE PALOMAR, las luces estelares de HÄLLAS y la penumbra helada de CEMETERY SKYLINE, fundidos en un mismo cielo nocturno.
Texto: Carlos Noro
Fotos: Estanislao Aimar
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