HORCAS en vivo en Buenos Aires: “Demoliendo Flores”


Fecha: Sábado 11 de octubre | Lugar: Teatro Flores | Ciudad: CABA | Hora: 19 hs | Banda Invitada: JUSTICIA CIEGA

Lo que sucedió el sábado pasado con HORCAS en Flores, fue de otro planeta. Así como el gran Charly García demolía hoteles, ellos demolieron El Teatro. Pero no con furia irracional ni descontrol, sino con la precisión y el oficio de quienes aprendieron que la demolición también puede ser un arte. Donde Charly arrojaba televisores por la ventana, HORCAS lanzó riffs y estribillos que hicieron temblar las paredes de Flores. Fue una destrucción simbólica, una puesta en ruinas del silencio, una jornada en la que el metal argentino volvió a demostrar que la rebeldía sigue siendo su energía vital.

Arrollaron el barrio con el espíritu de una banda joven, aunque llevan más de 35 años sobre los escenarios. Y si bien de los cinco integrantes tres comparten varias décadas juntos, todos están amalgamados a la perfección. Quizás esa sangre nueva que se sumó con la llegada de Cristian Romero en 2020 (batería) y Lucas Bravo en 2021 (guitarra) trajo consigo frescura y un sonido más moderno y poderoso, pero sin alejarse nunca de la esencia thrashera de discos clásicos como Reinará la tempestad (1990), Oíd mortales el grito sangrado (1992), Vence (1997), Eternos (1999) u Horcas (2002) con sus respectivos contrastes entre las distintas formaciones.

El Teatro, colmado hasta el último rincón tras el sold out, fue testigo no solo de la presentación oficial de su último trabajo, El Diablo, sino también de un show digno de ser recordado por siempre. Sin lugar a dudas, debería ocupar el podio de los espectáculos del año.

Tal como se había anunciado, el inicio de la velada vino de la mano de JUSTICIA CIEGA. Los oriundos de Villa Ballester, nacidos en 2021, ofrecieron un show poderoso, con una actuación estelar de su guitarrista Lautaro Medina, quien aprovechó la oportunidad para demostrar su virtuosismo. La banda mostró no solo talento sino también profesionalismo; y, pese a su corta trayectoria, se posiciona al nivel de muchas formaciones consagradas. Tras un repaso por sus discos y la presentación de un tema nuevo, se despidieron con Cowboys from Hell, cover de PANTERA, logrando extasiar a un público que los despidió entre aplausos y elogios.

Ya listos para el plato fuerte, con un recinto colmado y las vinchas con forma de cuernos —al mejor estilo del diablo— copando la pista, fue Ciego para ver la canción que dio inicio al espectáculo. Este tema de su último trabajo generó un pogo masivo y dio paso a El diablo, tema homónimo del disco, que bajó apenas las pulsaciones para que la gente se uniera fraternalmente en coro al cantar “El diablo no quiere perder”. Hasta aquí, un Walter Meza muy enérgico, quien junto al Topo (Norberto Yáñez) tomó protagonismo en el escenario con sus movimientos. La lista continuó con Malos tiempos y En la jaula, donde este último —ya convertido en un clásico que va a mil revoluciones— ayudó a resaltar la figura de Cristian Romero en batería, quien, cabe destacar, tuvo una actuación impecable durante todo el show. Fue el turno de Fuego, otra canción que invita al público a corear “…que Horcas vive, que Horcas vive”, y reanudar el salto y el agite.

Ahí abajo, entre luces rojas y un calor sofocante, la gente parecía parte del mismo ritual que la banda oficiaba desde el escenario. Chicos con remeras históricas de V8, mujeres alzando los brazos como antorchas, padres abrazando a sus hijos mientras gritaban los estribillos, y un sinfín de caras sudadas que no dejaban de sonreír. El Teatro se convirtió en una masa viva, un cuerpo colectivo que saltaba al compás del doble bombo. No había edades ni jerarquías: solo devoción y pertenencia. Era el metal argentino en estado puro, latiendo en cada garganta y en cada golpe de cabeza.

Dado que el comienzo fue a puro ritmo y velocidad, la banda salió unos segundos a refrescarse —el calor fue un rival interesante— mientras de fondo se escuchaba el clásico “Olé, olé, olé, olé… Horcas…”. Una vez concluido ese breve corte, vino una seguidilla demoledora: Garras, que retomó la senda victoriosa y descontrolada, seguida por Veneno —nuevamente agigantando a Romero tras los parches— y culminando con Días oscuros. Finalizado este bloque, Meza tomó el micrófono para contar un poco acerca de la creación del último material, cómo se gestó El Diablo, y así abrió el camino a Ya no hay dolor, uno de los momentos más emotivos del show.

Antes de Abre tus ojos, Walter presentó a algunos de los músicos, riendo en complicidad con Bravo, y comentó que el guitarrista había sufrido el robo de su tacho de basura afuera de su casa, lo que desató la risa de todos los presentes. Aprovechando el momento, anunció que estaba gestando otro Obras para 2026 y agradeció enormemente la convocatoria y la participación de todos.

Continuando con la lista, pasaron Mano dura y Punto final, bajando un poco la intensidad, para decantar en los últimos tres temas de la presentación oficial del disco: Espiral, Padre nuestro —una de las más aclamadas y coreadas— y El infierno que inventás.
Tras un breve receso, Rompo el dolor (del álbum Eternos), el cover parcial de METALLICA Seek & Destroy —con Sebastián Coria al micrófono— y Argentina, tus hijos, dieron paso al segundo momento más emotivo con otro éxito rotundo: Vencer. Minutos antes de su inicio, el frontman recordó a varios músicos que ya no están en este mundo: Civile, Iorio, Pappo, Guillermo Sánchez y Larralde, quienes aparecieron en fotos proyectadas detrás de la batería, mientras a más de uno se le escapaba una lágrima.

Encarando el último tramo, con Esperanza y Solución suicida —este último reafirmándose como el gran hit de la banda—, aparecieron las dos joyas de V8 que todos querían escuchar. Primero, Brigadas metálicas y el cierre definitivo con Destrucción, que generó un revuelo masivo: el público fundido en un salto y agite unánime, casi sincronizado, mientras una lluvia interminable de papel picado coronaba la fiesta metalera.

HORCAS volvió a demostrar que el heavy metal nacional sigue vivo y que hay que seguir apostando por él. Si bien la tendencia muestra cierta inclinación de las nuevas bandas a emular sonidos importados, lo expuesto por Meza y compañía fue de una categoría superlativa, dejando claro que se puede seguir por esta vía sin alejarnos —al menos no tanto— de las raíces del metal argentino.

Más que un concierto, lo de HORCAS fue una reafirmación de identidad: un rugido que atraviesa generaciones, un acto de resistencia cultural y una celebración del fuego que nunca se apaga. Así como Charly García convertía el caos en obra, HORCAS transformó la violencia del sonido en comunión, la distorsión en bandera y la furia en verdad. Porque si Charly demolía hoteles para demostrar que el arte también podía romper estructuras, HORCAS demolió El Teatro para recordarnos que el metal argentino —cuando es auténtico— sigue siendo capaz de incendiarlo todo.

Texto: Santiago Izaguirre
Fotos: Agustín Avil 
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