BARÓN ROJO en vivo en Argentina: “Siempre estamos allí”


Siempre estamos allí

¿Qué hubiese pasado si Manfred von Richthofen no hubiese muerto en 1918 y hubiese vivido muchos años más? Manfredito, más conocido como el Barón Rojo y por sus proezas como piloto alemán en la Primera Guerra Mundial, hubiese llegado un tanto más viejito a pelear en la Segunda Guerra Mundial. Allí dudosamente su famoso triplano Fokker rojizo hubiera sido rival para los modernos aviones.

Antes que te preguntes qué corno tiene que ver el amigo Richthofen con la visita de los ibéricos BARÓN ROJO a Buenos Aires, te explico que la parábola del as de los aires guarda mucha relación con la banda de los hermanos DE CASTRO. Pero antes de despegar, mejor hablemos de los terrenales soportes.

Terrenales por varias razones, en primer lugar porque los VIERNES 13 que abrieron la velada con su maidenesco porte vienen de tierras vecinas, más precisamente de Paraguay. Lo anticuado de su propuesta no quita la hidalguía con la que estos coterráneos de Chilavert entretuvieron a los más madrugadores. Siguió RETROSATÁN y acá me detengo porque tenemos una pequeña leyenda delante. Terrenal leyenda pero leyenda al fin. Nacidos en 1983, hoy vemos una nueva reencarnación de la banda que, lejos de seguir el sendero del “trash-argento” típico de la época, se inmoló en la hoguera del speed y el power. Violas gemelas, punteos y agudas entonaciones salidos del mejor repertorio de tipejos como RIOT o aquel primer HELLOWEEN pre-Kiske. El último acto soporte fue PARANOIA y acá sí fue bien terrenal. Típicas poses, típicos riffs, típico metal ochentero, cuadrado y sin variantes. Su cover de “Balls to the Wall” de ACCEPT, lo dice todo. Eso sí, ajustados de sobra y con mucho oficio.

Ahora sí, prende motores y ganá altura. El Fokker va a despegar y descargar su furia sobre la Argentina que tanto los quiere desde 1983. O al menos intentarlo. Y ahora te traigo al amigo Richthofen a la mente. En sus años mozos, o sea 1914-1918, el Barón Rojo aviador derribaba enemigos a troche y moche, con maniobras imposibles y puntería perfecta. Cuando el BARÓN ROJO banda pisó el escenario del Vorterix entonando su canción homónima, pegadita de “Larga Vida al Rock n´Roll” y la simpatiquísima “Anda Suelto Satanás”, uno ve dos sesionistas bien afianzados en la base, a Armando De Castro correteando y salteando en una versión quijotesca de Angus Young y a su hermano Carlos lejos de ser un simple Sancho Panza, sino apuntalando con su guitarra el sonido y esforzando su garganta al máximo para hacernos olvidar de un tal Sherpa. El público enloquecía con sus héroes en castellano, aquellos que supieron volar sobre Londres y cantarles a los gringos en español en su propia tierra (aunque también lanzaron un disco en inglés, pero shhh… de eso no hablemos).

Por suerte, si bien les tiraron toda la artillería posible a lo largo de los años, los hermanos De Castro no cayeron en llamas como su tocayo aviador. Ahora, con el fresquito debate por AC/DC y el abandono de Brian Johnson, es justo preguntar qué hubiese pasado si allá por 1989 BARÓN ROJO hubiese parado para siempre. ¿La leyenda habría crecido aún más y la añoranza que tanto nos gusta a los heavies los habría elevado al Olimpo de los desaparecidos, sentados a la diestra de V8 y PANTERA? Para bien o mal, Armando y Rául siguieron. Como si el bueno de Richthofen hubiera puesto su Fokker en velocidad crucero para seguir volando por décadas, evitando enfrentarse con aviones más modernos y letales.

Pensaba en eso mientras sonaba “Noches de rock’n’roll” y el temor a que el surgir de más temas Sherpa Campuzano, bajista y voz del BARÓN en épocas de gloria, aparecía en el horizonte como bandadas de cazas enegmigos. Pero cuando ya podías adivinar cada punteo, cada patadita de Armando al aire y notabas que la voz de Carlos se volvía más y más sufrida, te salen con un “Flores del Mal”, un “Hijos de Caín” o el esperadísimo “Los Rockeros van al Infierno”.

Seguramente por esa razón, salvo por los escasos nubarrones como la soporífera “Hijos del Blues”, las ametralladoras del BARÓN ROJO estuvieron cargadas con gemas ochenteras. Sonó mucho de “Volumen Brutal”, para dejar bien en claro que allá por 1982 cuando salió no se sabía en el mundo lo que era el metal en castellano.

Llegando a la hora y media de show, duración más que aceptable para tipejos que rondan los 60, sonó “Resistiré” y tuvo toda la emoción que el primer clásico de metal en nuestro idioma merece. Para mí ya era tiempo de rumbear el Fokker al hangar, con el alma y corazón contentos; pero agregaron “Siempre estais allí” y la idea de cerrar un show con una balada de ésas que te rompen en mil pedazos, me terminó por ganar. No así la segunda tanda de bises con “El Malo” y “Son Como Hormigas”.

Ahora sí, el BARÓN ROJO levanta vuelo nuevamente y lo vemos alejarse, la mayoría con la añoranza de haber visto a los héroes que de chicos los miraban desde la pared (había mucha melena canosa entre la gente), yo con la pregunta con la cual inicié esta nota.

¿La estela del BARÓN ROJO hubiese brillado más si el telón hubiese caído allí al terminar los 80´s, con media banda en desbandada –valga la redundancia-, sobre todo si incluye al bajista, frontman y cantante? En el caso de Richthofen, al ser derribado sus propios enemigos lo enterraron con honores y dejaron una lápida que reza: “Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz”.

Así terminó el Barón aviador, mientras el BARÓN banda sigue volando, quizás bajo y echando humo a veces, pero cantando como en “Siempre estais allí”: No habrá final, no habrá final… porque yo sé, que siempre estais allí…”.

Texto: Rodrigo San Miguel

Fotografía: Karina Parodi

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