¿Quién dijo que 5 notas es poco?
Si señores, ¿quién dijo? El pasado 13 de Agosto en Groove el amo y señor de la pentatónica (NdeR: la escala pentatónica es una escala que sólo contempla 5 de las 7 notas de una escala) nos dejó pasmados luego de un show corto pero intenso.
El vikingo, ya a esta altura libre de las cadenas que lo ataban a Ozzy y consagrado como un eximio guitarrista que supo calzarse los zapatos de otro grande en su momento, se presentó por tercera vez en nuestro país, junto a su BLACK LABEL SOCIETY, para demostrarnos una vez más todo lo que se puede arrancar de una guitarra.
Con un setlist corto, pero que recorre cada etapa de su carrera, la noche comenzó de la mano de The Beginning…at last (1919 Eternal) para ponernos a todos a tono con lo que se venía. Casi sin separación el riff groovoso y denso de Funeral Bell (The Blessed Hellride) se fusionó con el tema de apertura e hizo que el piso y las paredes del recinto temblaran por obra del pogo enérgico que se generó. Si bien el sonido aun no había encontrado su punto justo, la actitud del rubio y su banda ya lo habían logrado y la energía transmitida a los fans fluía continua y eficientemente. Tras este temón siguió Bleed for Me (1919 Eternal) y su onda medio “RobZombiezca” que hace que por momentos la canción roce lo industrial logrando mantener al público saltando sin parar retroalimentándose positivamente de manera tal que la ansiedad y la energía sean cada vez mayores. Así arrancó la noche Zakk, con 3 temas que lograron captar y mantener la atención del público inmediatamente, para luego dar paso al primero de los 4 temas que presentarían a su más reciente trabajo, Catacombs of the Black Vatican. Heart of Darkness se infiltró entre nosotros con un sonido ya más pulido y claro. Pero como suele suceder con las bandas que cuentan con una discografía extensa a cuestas, los fans no quieren escuchar lo último sino los clásicos. Así es que Heart of Darkness quedó en el olvido al momento en que los primeros acordes de Suicide Messiah (Mafia) hicieron vibrar nuestras membranas timpánicas terminando de convencer al público de qué se trata BLS. Para este tema, como es costumbre, un 5to integrante se apersonó en el escenario con un megáfono en mano para completar el coro del estribillo. Un toque que le da pureza y legitimidad a una banda que, justamente, predica el rock en su estado más puro. Y si bien no es algo nuevo, lo menciono porque en pleno siglo XXI, cualquier otra banda habría sampleado ese fragmento generando el mismo efecto sonoro pero cambiando radicalmente la esencia de la escena. Tras este tremendo hito, 2 “nuevos” clásicos continuaron presentando su trabajo más reciente. Una tras otra, My Dying Time y Damn the Flood mostraron quizás la faceta más Sabbatesca de la agrupación y dieron paso a solo de viola que, aunque largo, me resultó muy emotivo; no tanto por su sonido sino por lo que disparó en mí.
Hace unos días, casualmente, Ozzy había publicado en su Instagram una foto de él con Zakk de hace unos 20 años aproximadamente. Entonces, mientras escucho el solo de viola no puedo evitar que toda una serie de imágenes invadan mi mente. Un joven guitarrista de unos 20 años, rubio, de pelo largo y lacio, con una onda casi hippie vestido con pantalones Oxford, parado de piernas abiertas, meneando su cabeza lado a lado y empuñando su Gibson Bulls Eye, se convertía en un personaje indispensable nada más ni nada menos que para la mismísima voz del demonio, creadora de un sinfín de melodías que desencadenaron todo esto, y se calzaba las botas de otra eminencia del género pero en la guitarra. Allí estaba Zakk Wylde, joven y flaco, reemplazando a Randy Rhoads y acompañando a Ozzy Osbourne. Hoy lo veo parado sobre un retorno, solo frente a una multitud que fue exclusivamente a verlo a él. Yo no es el joven que recuerdo, ni lleva pantalones Oxford; en cambio lleva su propia marca registrada en su sonido, el paso del tiempo reflejado en una barba larga y tupida y la experiencia acumulada en la piel de sus yemas que no paran de castigar las cuerdas de su Gibson con tanta pasión que resulta hipnótico. Esa guitarra gritaba de pasión y gemía de placer con cada estiramiento y cada armónico. Y sí, es cierto, fue un solo innecesariamente largo que podría haberse convertido en uno o dos temas más, pero si alguien pudo vivirlo como yo lo viví, da gusto recordarlo.
En fin, luego de este despliegue de pasión y virtuosismo, Godspeed Hellbound, único representante del magnífico Order of the black, nos golpeó directo al pecho con ese doble bombo infernal y un riff simple a medio tempo pero por demás efectivo. Aquí se evidenció claramente la labor de Jeff Fabb (Batero) que no destaca en ningún momento pero apoya donde tiene que hacerlo y mantiene el motor regulando constantemente. Pero en algún momento hay que parar la moto para darle un respiro al motor, ahí es donde Angel of Mercy (Catacombs of the Black Vatican) se hace presente y deja el escenario listo para la emotiva balada, tributo personal de Zakk a Darrell, In this River. Y en este momento del show presenciamos uno de esos gestos que hacen grande a un artista. Para interpretar esta canción ZW le delegó la guitarra 100% a Dario Lorina, su actual mano derecha, y él se hizo cargo el del piano. Y si bien uno podría pensar que el solo de esta canción, momento en el cual Dario se destacaría, no es de los más largos ni complejos, el sólo hecho de cederle la viola de un tema que, sin duda, debe ser de los más sentidos para él es lo que lo hace grande. De esta manera Lorina terminó de demostrar que es un acompañamiento esencial para Zakk y que es un músico sumamente versátil (NdeR: si uno escucha su trabajo solista puede apreciar que lo que hace no tiene nada que ver con lo que mostró en el show). Una vez pasado el momento emotivo ya nos íbamos acercando al final y The Blessed Hellride, de su disco homónimo, cerró la sección de las baladas justo antes de que su clásico más conocido, Concrete Jungle, nos pusiera a todos nuevamente arriba saltando, agitando y gritando enajenados ante una banda que dispara energía y actitud a mansalva. Y para el final, como siempre, solo restaba un tema. Sin bises ni amagues, Stillborn (The Blessed Hellride) despidió a la banda de su público local y se llevó la gloria que supo ganarse con el tiempo, siendo siempre fieles a un estilo, un sonido y una forma de vida.
Así paso Zakk Wylde una vez más por Buenos Aires casi sin interactuar con su público, parco y concentrado en lo que sabe hacer mejor, tocarla viola. Quizás el recinto y el sonido no hayan sido de lo mejor pero sin lugar a duda fue sobrellevado por todo lo expuesto anteriormente. Después de todo BLS es una de esas bandas que cuanto más cruda suene, mejor. Creo que ahora sí, luego de esta tercera presentación, y la ovación que se llevó, Argentina se ha ganado su lugar obligado en las giras del vikingo. Esperamos ansiosos su próxima visita.
Texto y Fotos: Estanislao Aimar
También podría interesarte
-
Entrevistamos a Rodrigo Oliveira y Timo Kaarkoski de ARMORED DAWN: “La gente tiene que aprender a alegrarse por el éxito de los demás”
-
Entrevistamos a Pasi Kauppinen de SONATA ARCTICA: “Pumkins United hizo que el power metal volviera a ser grande”
-
Entrevistamos a Martín López de SOEN: “Ya no estamos en los ’80, el diablo no asusta y los dragones no son de verdad”