Formados en 2011 en Salzburgo, HARAKIRI FOR THE SKY nació como una alianza entre dos amigos dispuestos a explorar el lado más emocional del black metal. En ese diálogo íntimo entre Matthias Sollak y JJ (Michael “V. Wahntraum” Kogler) empezó a gestarse una identidad que convirtió la melancolía, la pérdida y la furia en un lenguaje propio.
Más de una década después, con Scorched Earth, el dúo austríaco reafirma su poder expresivo: una obra que combina la crudeza del post-black metal con una sensibilidad casi cinematográfica. Su primera visita a Argentina marca un nuevo capítulo en una trayectoria que, como su música, sigue creciendo como un incendio silencioso: devorando fronteras, redefiniendo el género y recordando que, incluso en la devastación, puede habitar la belleza.
HARAKIRI FOR THE SKY nació como un dúo. ¿Cuándo y por qué empezó el proyecto?
La banda existe desde hace unos trece años. Somos JJ y yo, y somos amigos desde hace mucho. Antes tocamos en otras bandas, pero queríamos hacer algo distinto. Escribí algunas canciones, le pedí que pusiera la voz, lo probamos y funcionó muy bien. En algún momento, la gente empezó a pedirnos que toquemos en vivo, así que armamos una formación para los shows. Esa formación fue cambiando bastante a lo largo de los años, pero ahora tenemos un grupo estable y consistente. Todo empezó como un pequeño proyecto, un hobby, sin saber siquiera si íbamos a publicar algo. Y terminó convirtiéndose en nuestro trabajo a tiempo completo, lo cual es bastante interesante cuando uno mira hacia atrás.
¿De dónde viene el nombre de la banda?
Fue JJ quien lo inventó. Siempre cuento que es mejor que lo explique él, porque da una versión distinta cada vez que se lo preguntan (risas). Según recuerdo, dijo que tuvo un sueño en el que caía de un acantilado y, en lugar de estrellarse, empezaba a volar. El nombre intenta reflejar esa sensación interior, ese impulso vital. Espero haberlo contado bien (risas).
Ustedes son dos componiendo. ¿Qué encontrás en esa intimidad creativa que no existiría en una banda completa?
Puede funcionar muy bien cuando hay más personas creando, pero en mi caso suelo tener una idea muy clara de lo que quiero, tanto en sonido como en dirección musical. Mi proceso es bastante personal: empiezo con una melodía que se me mete en la cabeza y voy construyendo a partir de eso, armando el tema alrededor de esa idea. Ese tipo de trabajo no funcionaría igual en una sala de ensayo con todos aportando cosas al mismo tiempo. En cuanto a las letras, JJ escribe cosas muy personales y autobiográficas. Cuando me muestra algo nuevo, generalmente sé de qué trata y qué estuvo pasando en su vida últimamente. Eso le da a todo una dimensión muy íntima.
¿El proceso empieza con la música o con las letras?
Generalmente, yo compongo la música primero, hago una preproducción y él empieza a escribir ideas que luego se convierten en letras. En cierto punto nos juntamos, comparamos y vemos qué letra encaja con qué canción, adaptando detalles de ambos lados. Hoy, después de seis discos juntos, ya tengo una noción bastante clara de dónde dejar espacio para su voz o para el contenido lírico. Tenemos la libertad de decir “esto no me convence”, pero en los últimos años eso casi no pasó. El proceso es muy orgánico, y funciona muy bien.
¿Cómo definirías esa dinámica de trabajo entre los dos?
No somos fuerzas opuestas. Cada uno trabaja por su lado y luego fusionamos todo en un punto intermedio.
Las tapas y letras de sus discos están llenas de bosques, animales y estaciones que cambian. ¿Qué rol juega la naturaleza en su música?
Ambos somos chicos del campo. Al principio fue solo una cuestión estética: nos gustaban los animales. Con el tiempo se volvió casi una especie de sello, no quiero decir “recurso”, pero sí algo que sentimos como propio. Buscamos animales que tuvieran alguna conexión con los lugares donde crecimos o con el espíritu de las letras. En el último disco, como ya habíamos usado varios, decidimos incluir a todos los animales de las portadas anteriores en una misma tapa. Tal vez en el próximo cambiemos y busquemos otra dirección visual.
JJ dijo alguna vez que “pertenece a las montañas”. ¿Cómo influye ese paisaje austríaco en la identidad de la banda?
Yo crecí cerca de Salzburgo, pero él viene de lo más profundo de las montañas. Vivió un tiempo en Viena, como yo, pero siempre sintió el llamado de volver. Tiene ese sentimiento contradictorio de querer estar en casa y, cuando está, querer irse. Esa tensión aparece mucho en sus letras: la nostalgia, el deseo de pertenecer. Su vínculo con la naturaleza es muy fuerte.
Su primer disco tenía una crudeza muy confesional. ¿Qué sentís cuando volvés a esas canciones?
En ese momento teníamos una visión más cruda, más cercana al black metal puro. Con el tiempo fuimos incorporando influencias de otros géneros que escuchamos, desde el indie hasta el alternativo. Cuando encontrás tu propio estilo de composición, te permitís explorar más. Es un desarrollo natural. La pregunta siempre es hasta dónde animarte a incorporar cosas nuevas sin descolocar a los fans. Pero creo que lo importante es mantener la mente abierta y escribir lo que te nace.
Te veo con una remera de LANA DEL REY. ¿Sos de mente abierta para escuchar música?
(Ríe) Sí, creo que hay demasiada buena música en el mundo como para limitarte a un solo género. Siempre hay una canción para cada momento y estado de ánimo. Sería una lástima reducirse a una sola cosa.
¿Qué sería lo más inesperado que escuchás para un fan de la banda?
No sé si es tan raro, pero escucho mucho de cantautores, y tengo mis “culpas” con el nu metal de principios de los 2000 (risas). También me gusta el crossover, el grunge, el indie… y algo de electrónica como MASSIVE ATTACK o THE CHEMICAL BROTHERS. Pero siempre con guitarras involucradas.
Sorprendieron con su versión de Street Spirit de RADIOHEAD, una canción profundamente melancólica. ¿Por qué la eligieron?
Siempre elegimos los covers que conectan con nosotros musical y líricamente. Escucho RADIOHEAD desde chico, igual que PLACEBO, y queríamos rendir tributo a esa música que nos marcó. Puede parecer una elección extraña, pero preferimos reinterpretar algo así antes que hacer otro cover de black metal. Es más interesante tomar algo ajeno y adaptarlo a nuestro sonido.
¿Tienen alguna idea para futuros covers?
Tenemos una lista, pero no te la voy a decir (risas). Será una sorpresa.
¿Coleccionás vinilos o preferís escuchar en streaming?
Compro vinilos, pero no soy un coleccionista obsesivo. Hoy están muy caros, así que solo compro discos en los que al menos la mitad de las canciones me llegan realmente. No tengo espacio ni dinero para discos con un solo tema bueno (risas). Cuando estoy solo escucho vinilos, pero si hay amigos y todos quieren poner algo distinto cada cinco minutos, ahí tiramos del streaming.
Scorched Earth fue descrito como un disco que condensa todas las etapas de la banda. ¿Lo ves como un cierre de ciclo?
No necesariamente. Tardamos bastante en hacerlo; normalmente sacamos un disco cada dos años, pero el período del COVID fue raro: demasiado tiempo encerrados, sin giras, sin experiencias nuevas. Eso afectó el proceso. Pero no hubo una intención de cerrar nada ni de reinventarnos totalmente. Ya estoy escribiendo nuevo material, y no hay planes de cambiar radicalmente el rumbo.
En la portada del disco todo arde. ¿Qué querían expresar con esa imagen?
Refleja el estado del mundo actual. No se ve muy bien, ¿no? Todo el mundo discute, se enfrenta… cuesta mantener el optimismo con todo lo que pasa. Hay algo de esa frustración volcada en el arte y la música del disco. Pero también es una forma de catarsis: aunque la portada parezca negativa, hacer el álbum fue liberador.
En sus letras, el verano aparece como metáfora de un tiempo perdido. ¿Hay recuerdos personales detrás de esa imagen?
Esa es más una pregunta para JJ, pero creo que estás en lo cierto. Le gusta escribir sobre recuerdos del pasado, sobre veranos vividos con amigos que ya no están. Usa las estaciones, el mar o las montañas como metáforas emocionales. Es su manera de procesar lo que siente.
Ustedes están muy ligados al post-black metal. ¿Qué distingue a HARAKIRI FOR THE SKY de otras bandas del género?
Siempre me cuesta analizar mi propia música sin sonar pretencioso. Pero creo que la mezcla entre lo rockero y lo grunge le da una identidad distinta. Muchos me dicen que apenas escuchan una canción, saben que somos nosotros. Tal vez sea por las estructuras largas, los altibajos, las melodías que evolucionan… Nos diferenciamos de esas bandas más ambient o post-rock que repiten patrones durante mucho tiempo. Pero en realidad me gustaría que sean los demás quienes digan en qué somos diferentes.
El post-black metal tiene algo cinematográfico. ¿Hay algún director que te inspire?
No especialmente. Me gustan ciertos directores, aunque no tengan nada que ver con nuestra música. Me encantan Guy Ritchie y Robert Rodriguez, por ejemplo. Pero, en general, me frustra la superficialidad de muchas películas actuales, sobre todo las de Netflix: todas iguales, sabés lo que va a pasar a los cinco minutos. Prefiero volver a películas bien escritas, con rebeldía y creatividad, como Fight Club.
Pronto estarán tocando en Argentina. ¿Qué expectativas tenés para ese show?
Estoy increíblemente emocionado. Siempre quise tocar en Argentina. La vez anterior no pudimos hacerlo, así que esta vez es muy especial. Además, tenemos un día libre después del show, así que voy a poder recorrer Buenos Aires. Estoy ansioso y con muchas expectativas.
Mucha gente los espera acá.
Gracias, realmente lo aprecio. No puedo esperar para tocar allá.
Entrevista: Carlos Noro y Estanislao Aimar
Foto de portada: Prensa
Agradecemos a Marcela Scorca de Icarus Music por la gestión de la entrevista.
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