Fecha: dom 1 y Lun 2 de diciembre de 2024 | Hora: 19 hs. | Lugar: Huracán – Movistar | Ciudad y Provincia: C.A.B.A. |Banda invitada: MALÓN
Es indudable que desde 1999, que IRON MAIDEN decidió la vuelta de Bruce Dickinson y Adrian Smith a una formación que, a a partir de ese momento, se mantuvo fija con la particularidad de contar con tres guitarristas (el ya nombrado Smith junto Dave Murray y Janick Gers), a los que se les sumaron el líder conceptual y espiritual de la banda Steve Harris en bajo y el legendario Nicko McBrain en batería; el grupo tuvo un crecimiento exponencial como tal vez jamás tuvo en su carrera (si tomamos como parámetro el impacto que la banda terminó generando a nivel mundial visitando países hasta ese momento jamás incluídos en sus tours por el grupo). Es claro que en los últimos veinticinco años el grupo se convirtió en la referencia excluyente a la hora de hablar de heavy metal, incluyendo todos los elementos que uno espera en el estilo: velocidad, gancho, agresividad, voces agudas, cierta sofisticación a nivel conceptual y, fundamentalmente, una propuesta estética que define tanto al grupo con a sus fans de manera clara. Esa tal vez sea la principal razón por la que, si uno observaba a quienes fueron a ver los dos shows, la gran mayoría tenía consigo su remera del grupo en un claro gesto de identidad metalera que la banda ha sabido aprovechar a nivel estético, ideológico y por supuesto marketinero.
Desde el show del 2001 en el estadio Vélez, IRON MAIDEN visitó ocho veces nuestro país teniendo la posibilidad de presentarse en varios estadios eligiendo en algunos caso River (2013), Ferro (2008), el estadio Mario Alberto Kempes (2016) y el resto de la presentaciones en el estadio ubicado en el barrio de Liniers. Esta fue la primera vez en que, para la doble fecha del grupo en el contexto de su “Future Past Tour”, la producción eligió el estadio de Huracán en Parque Patricios y el Movistar Arena en Villa Crespo como sede para presentar el último tramo de un tour que hizo recorrer al grupo el mundo en los últimos años.
Un Huracán de sensaciones
Más allá del lujo que fue ver a IRON MAIDEN en el Movistar Arena (incluso Bruce Dickinson lo afirmó en algunos momentos del show de lunes destacando que en Estados Unidos tocan en lugares de este tipo y no superan las tres mil personas por temas de seguridad por lo que aquí podía “oler” a las seis mil personas del campo acusando luego a los yanquis de “generación de cristal”) es indudable que el hábitat natural del grupo es un estadio masivo y que su show está preparado a nivel estética y escenario para esa circunstancia. Incluso el clima pareció entender que no podía empañar la fiesta dando una mano clave el domingo amaneciendo y llegando al mediodía con una lluvia torrencial pero, mágicamente, proponiendo un cielo celeste y una temperatura ideal para la siempre complicada ciudad porteña donde cada diciembre el calor y la humedad hacen de las suyas.
En este contexto, caminar las calles de Parque Patricios fue el paisaje ideal para entender que un show de MAIDEN es una experiencia casi obligatoria para quien quiera saber qué es el heavy metal y dejar de lado los prejuicios. Desde temprano había un clima de camaradería y buena onda poco frecuentes, dando la pauta de que el grupo genera una alegría y una hermandad musical que está en el polo opuesto a la propuesta de otros shows masivos en donde la consigna pasa más por “vivir la experiencia” que disfrutar la música. Como un acto de resistencia, aquí la música es lo que importa, algo que define la relación fraternal entre la banda y su público.
En este punto, las diferencias respecto a lo sucedido en Movistar Arena fueron claras principalmente porque la sofisticación del recinto de Villa Crespo, el costo de las entradas y lo rápido que se agotaron, hizo que se pierda el color popular que genera en un estadio. Si bien se gana en comodidad a la hora de ingresar y salir (en Huracán fue una locura que el campo se desagote por un solo sector y luego la mayoría de la gente se retire por la misma zona) fue curiosa la diferencia de público entre uno y otro show. En el primero el pueblo maideniano se hizo presente, en el segundo quedó bastante más relegado.
Como era esperable a nivel lista de temas, no hubo ningún tipo de modificación a lo largo de las noches así como tampoco a lo largo del tour. Conceptualmente el “Future Past Tour” fue una gran síntesis entre el momento actual de la banda (su último disco Senjutsu, el número 17 del grupo lanzado en 2021) y la presencia de Somewhere in Time, uno de los clásicos de la doncella lanzado en 1986 que, en su momento, fue un punto de quiebre sonoro para el grupo, al incorporar de manera sutil sintetizadores para generar la atmósfera retrofuturista de la placa. En este punto, tal vez la presencia de los teclados y cierta complejidad compositiva es lo que justifica que el grupo haya elegido a estas dos obras para darle forma a este tour generando un intenso mix entre el pasado y el presente. Cinco canciones de cada disco y algunos clásicos sumaron los quince temas que la IRON MAIDEN interpretó cada noche, presentando a grandes rasgos uno de los sets más exigentes y desafiantes que el grupo ha interpretado en nuestro país.
El clásico de UFO Doctor Doctor elegido por la banda a modo de intro grabada para iniciar el show (a esta altura una canción tan festejada como cualquier otra en el repertorio del grupo) derivó en una serie de leds azules titilando en el escenario y la canción del final de Blade Runner (de VANGELIS) para dar inicio formal al show. Para los más veteranos y futboleros la situación fue graciosa: ese mismo tema fue utilizado hasta el hartazgo por el programa Futbol de Primera para cada domingo empezar a desarrollar el resumen de goles de cada fecha, por eso, más allá de que la banda quiso realizar un guiño a la visión de futuro de la película de Ridley Scott de 1982, fue difícil abstraerse y no imaginarse a Araujo y Macaya contando cómo había salido el equipo de tus amores generando una sonrisa en el rostro en más de uno.
Más allá de la anécdota, el grupo entró en escena con Caught Somewhere in Time con los primeros segundos grabados en una pista y la banda sumándose a pleno ejecutando sus instrumentos. Al igual que en Stranger in a Strange Land tanto en Huracán con en el Movistar, la imágen a nivel despliegue fue la misma con un Bruce Dickinson corriendo de un lado a otro en un escenario con dos niveles y una banda enérgica en los movimientos generando algunos momentos destacados: en la primera con una intensa coreografía mostrada por los tres guitarristas armonizando las melodías antes del solo, en la segunda con el repiqueteo del bajo de Harris y la percusión de Nicko McBrain para iniciar una canción que Dickinson supo sostener con el nivel de dramatismo que suele alcanzar en este tipo de canciones.
Adrian Smith con guitarra acústica dio el inicio a The Writing on the Wall, una de las extensas canciones del último disco, característica compartida con Days of Future Past. Cada una a su modo sirvieron de muestra para dar cuenta de que en cada uno de los discos que la banda ha lanzado desde el 2000 a esta parte, cada músico tiene un lugar preponderante respecto a lo compositivo y a su presencia en vivo. Si bien a nivel guitarras Adrian Smith es quien lleva la voz de mando, es interesante como en los momentos más rápidos y más melódicos Dave Murray y Janick Gers saben aportar arreglos sutiles así como también Harris y McBrain saben sostener la base rítmica para que todo suceda a la perfección. The Time Machine con un discurso por parte de Dickinson en los dos shows mencionando un supuesto primer show de él o de la banda en Obras Sanitarias (dato incorrecto porque la primera vez del grupo fue en 1992 en Ferro mientras él sí tocó en Obras pero como solista en 1995) y queriendo “volver el tiempo” atrás, fue un ejemplo aún más concreto de lo anterior. Comenzada y culminada con Harris ejecutando el bajo acústico, fue uno de los grandes momentos del show sostenida en la cadencia de la banda y la capacidad de Dickinson de ir introduciendo vocalmente cada momento instrumental que tuvo su punto cúlmine en la intervención de Smith para generar una melodía progresiva y disonante por partes iguales.
Si bien las canciones de la etapa más reciente del grupo fueron cantadas y festejadas con efusividad, The Prisioner no solo inició la segunda parte del show sino que también fue festejada como clásico. Tal vez su pulso más rockero hizo que tanto en Huracán como en Movistar la respuesta haya sido conmovedora, con el público coreando cada palabra (incluso el interrogatorio al comienzo de la canción) y cada melodía. A nivel sonoro en cambio, hubo una diferencia que, al menos en la primera parte del show de Huracán y la totalidad del Movistar, fue notable. En Huracán desde la mitad del campo, por delante de una pequeña valla que dividió el mangrullo (donde estábamos situados) hubo momentos donde el viento arrastró el sonido de un lado hacia el otro generando dos cuestiones claves, por un lado la guitarra de Dave Murray tuvo algunos pasajes donde sonó algo chillona y demasiado al frente dejando en evidencia algunas pequeñas imperfecciones en la ejecución del guitarrista. Por el otro, la voz de Dickinson estuvo bien al frente lo que fue un acierto. Tanto su performance como la de Adrian Smith en Huracán fueron conmovedoras, demostrando técnica, oficio y onda, dando la pauta del nivel de profesionalismo que manejan en una banda que no tiene altibajos sino actuaciones más destacadas. En el Movistar, el sonido fue perfecto de punta a punta. Claro, fuerte y preciso con una mezcla más pareja y la voz de Dickinson al nivel de los instrumentos, dejó como resultado el privilegio de haber visto dos shows con algunas diferencias a nivel sonoro, pero superlativos en todo espectro.
“Esta es una canción que habla de aquellos que intentan exterminar a los que piensan distinto, sobre los que están en contra de la libertad” fue en resumidas palabras la introducción que en Huracán eligió Dickinson para Death of the Celts una de las canciones más destacada del último disco de la banda. Con una atmósfera celta (a lo largo del show cada canción tuvo telones intercambiables y algunas proyecciones a los costados que sumaron a la impronta de cada canción) sin lugar a dudas el tema fue uno de los puntos altos de las dos fechas justificada por la superlativa actuación de la banda con un Dickinson inspirado a nivel interpretativo (dándole epicidad y melodía a la canción) y la banda tomando un largo pasaje instrumental donde cada quien tuvo su protagonismo. Luego Can I Play With Madness y Heaven Can Wait funcionaron como lo que son: clásicos, despertando saltos pogos y ovaciones que tal vez en Huracán se sintieron más ensordecedoras. El aporte en los coros de Smith y Harris en la primera y la curiosa batalla a los tiros entre Eddie Cyborg y Bruce en la segunda, fue el hecho cómico que le dió aún más fluidez a dos canciones de impronta rockera y ganchera, situación muy festejada por un público que también espera clásicos más allá de respetar y valorar el momento actual del grupo.
Casi sin descanso Alexander The Great fue ovacionada principalmente por ser la primera vez que la banda la toca en vivo en Argentina y además ser una de las gemas escondidas de Somewhere in Time. Ejecutada con una fidelidad y prolijidad absoluta en Huracán, en el Movistar Arena tuvo un momento dubitativo ¿O de improvisación? al comienzo que no afectó a una canción que tiene una exploración épica, melódica y dramática incomparables. El grito final de Dickinson estirando la última sílaba de la canción fue el broche de oro para un momento histórico que simbolizó la dimensión de la banda en su plenitud y que dio la pauta de que la actualidad del grupo rankea alto en su historia.
Con el escenario todavía caliente las luces se oscurecieron para generar la atmósfera tétrica y ominosa de Fear Of TheDark que, nuevamente, confirmó que es el tema preferido de los fans argentinos, algo en lo que coincidió la multitud de Huracán y las quince mil personas del Movistar Arena saltando, arengando e incluso tapando a la banda en algunos momentos con gritos de efusividad en una versión (los dos días) acorde a las expectativas. Luego Iron Maiden, tal vez la canción más simple de todo el set, tuvo también su festejo y el clásico juego en Janick Gers y Eddie que terminó con el primero en una pantomima de decapitación. Seguramente, muchos hayan pensado en el recientemente fallecido Paul Di Anno en esta canción teniendo en cuenta que el tema fue grabado en el lado b del primer disco de la banda allá por 1980 cuando él todavía era el cantante. Llamó la atención la nula referencia del grupo a su reciente fallecimiento, más teniendo en cuenta que en los últimos meses hubo un acercamiento concreto entre la banda y él por motivos artísticos y de salud. Eso tal vez haya sido una de los pocas deudas pendientes de dos shows de por sí perfectos.
Para los bises una gran versión de Hell On Earth incluída en el último disco (con el correspondiente fuego saliendo por casi todo el escenario) volvió a generar el dramatismo y la teatralidad que tal vez hayan sido los mejores adjetivos para definir esta nueva visita de IRON MAIDEN a la Argentina. Si la doncella de hierro presentó shows donde el énfasis estuvo puesto en la velocidad y en la energía, aquí pareció que el grupo eligió sus canciones para hacer brillar la interpretación actoral de Dickinson a quien se lo vió muy cómodo en cada canción y en un increíble nivel vocal e interpretativo. En este contexto la infaltable The Trooper, sin que esta vez flameara ningún tipo de bandera, derivo en Wasted Years como último tema con una diferencia importante en los dos shows: en Huracán sonó algo desprolija, más allá que con la ayuda del público se acomodó rápidamente. En Movistar Arena tuvo una versión que le hizo justicia para cerrar dos noches para el recuerdo. La fraternal frase de Bruce “Cuidense, nosotros y ustedes somos los únicos amigos que tenemos” , la promesa de un nuevo tour en un par de años y Nicko McBrain saliendo a saludar (se lo vió poco por el usual armado de su set de batería y por estar “encajonado” dentro del escenario) fueron las postales finales de una nueva visita de IRON MAIDEN que dejó en claro que más allá de las circunstancias de salud (en este caso un ACV de Nicko McBrain hace un tiempo que obligó por momentos a simplificar su aporte pero que no impactó al desempeño total de la banda) parece tener el secreto de la vida eterna. Nos veremos pronto para el cumpleaños 50 del grupo en Argentina. Los esperamos con los brazos abiertos y los puños en alto.
MALÓN por dos y BRITISH LION: esperando a la doncella
Más allá de que es innegable que MALÓN es una de las bandas más importantes y convocantes de Argentina en lo que se refiere al heavy metal, tanto en Huracán como en el Movistar el cuarteto mostró lo que tal vez haya sido su mejor versión siendo acto de apertura de una banda internacional. Con un sonido claro y potente y sin recurrir a canciones de HERMÉTICA para levantar al público (Solo fueron incluidos Vientos de Poder en Huracán, tema que se repitió en Movistar junto a Soy de la Esquina para cerrar los shows) el grupo se sostuvo en un Claudio O´connor muy enfocado y afinado que generó grandes versiones de Gatillo fácil, Castigador por herencia, 30000 plegarias y Síntoma de la Infección mezcladas con algunas canciones de su último disco Oscuro Plan de Poder como Un cielo rojo e Impulsando el encuentro. Con un Javier Rubio ya asentado en la batería y con un sonido distinto al de Pato Strunz (más orgánico) MALÓN aprovechó el tiempo para hablar poco y hacer un set notablemente más largo de lo que, lamentablemente, realizan los invitados locales a fechas internacionales. Sostenidos en la contundente labor del Tano Romano en las guitarras y la solidez de Karlos Cuadrado en el bajo. Se fueron aplaudidos por historia y mérito propio lo cuál no es poco en los tiempos que vivimos. Bien por ellos el haber aprovechado la oportunidad
El día anterior a la fecha de Huracán fue un día ajetreado para Steve Harris. Luego de haber jugado alrededor de noventa minutos con amigos en la cancha de Excursionistas, se dio el gusto de volver a presentar su proyecto BRITISH LION, esta vez en el Teatrito. A diferencia del 2019 donde la fecha se anunció para Obras y terminó en Museum con una convocatoria muy baja, esta vez el Teatrito estuvo lleno desde que JERIKÓ, temprano, mostró su heavy metal deudor de Maiden pero con personalidad propia. La presencia de Tony Moore (un músico desconocido que fue parte de la primera formación de IRON MAIDEN antes que grabe el primer disco tocando teclados) y que luego siguió su carrera llegando a tener un one hit wonder con la canción (I Just) Died in Your Arms de CUTTING CREW; fue por sobre todo un acto divertido y original principalmente por cómo el inglés afrontó su propuesta escénica. Con una pantalla de fondo y pistas detrás, por momentos tocó el teclado, por momentos cantó y por momentos tocó la guitarra siempre con una sonrisa y vestimenta en ocasiones de manera estrafalaria. Presentando sus canciones con extensos y graciosos parlamentos en español (aprendido en Buenos Aires) mostró su faceta ochentosa con referencias que fueron desde el rock progresivo a Phil Collins pasando por PINK FLOYD con algunos resultados bizarros y otros momentos en que logró mostrar buenas canciones. Se fue aplaudido más por su actitud que por su música y más de uno seguramente habrá ido a escucharlo. La sonrisa en su rostro valió cada aplauso.
Para cuando BRITISH LION subió a escena El Teatrito lucía lleno incluyendo una curiosidad técnica que en otros shows similares no se había observado. A diferencia de la mayoría de los shows donde la consola de sonido se ubica en el piso superior del recinto, aquí el sonidista eligió una tarima ubicada en la parte de atrás del mismo en el sector izquierdo dando la pauta de que el objetivo principal era que la banda sonara perfecto. El objetivo fue logrado por lo que lo largo de diecisiete canciones el grupo pudo dar cuenta a la perfección (con un sonido claro, nítido y con un volumen justo) de la mayoría de las canciones de sus dos discos British Lion y The Burning, y estrenara dos canciones 2000 Years y Wasteland. Si bien la mayor parte del público fue a ver Steve Harris de muy cerca y a tratar de saludarlo antes o después del show; a medida que se fue desarrollando la noche que empezó con dos potentes versiones de This Is My God y Judas la sensación es que el grupo fue ganando en confianza al ver que la gente conocía sus canciones y que respondían de manera genuina a la mismas. Más allá de que en varios momentos la banda tiene una propuesta genérica y anodina (algo que sorprende si uno reconoce la habilidad de Harris para componer canciones) hubo momentos entre los que se pueden destacar The Burning, A World Without Heaven (la primera canción que escribieron juntos) Spit Fire o The Chosen Ones donde la particular voz del cantante Richard Taylor (muy prolija pero sin demasiados matices) se acopló bien a las melodías rockeras y pesadas propuestas por el grupo. Tal vez por eso cuando Lightning, Last Chance y Eyes of the Young cerraron el set, se fueron aplaudidos con la sensación de que, a diferencia de la primera visita, hubo un entretenido show que, sin descollar, terminó por convencer. Veremos en qué se convierten.