METALLICA – Tres discos esenciales


Desde que se fundó en 1981 en Los Ángeles hasta la actualidad, METALLICA no paró de crecer y de reinventarse, con algunos altibajos, pero manteniéndose fiel a sus convicciones, más allá de las controversias que han generado sus cambios en buena parte de sus seguidores más acérrimos. METALLICA, influenciado por BLACK SABBATH, MOTÖRHEAD, IRON MAIDEN y JUDAS PRIEST, entre otros representantes del heavy metal y el hard rock clásicos, es el líder indiscutido de una escena que significó un quiebre en la música pesada junto a MEGADETH, SLAYER, ANTHRAX, EXODUS y TESTAMENT: el thrash metal. Un género que con su velocidad y desparpajo se ganó la atención de la industria y, sobre todo, de un público ávido de adrenalina.

El bombazo que metió con Kill ‘em All en 1983, fue la piedra fundacional para la construcción de un verdadero imperio, que se hizo cada vez más fuerte. Así, llegaron los inmaculados Ride the Lightning (1984), Master of Puppets (1986) y …And Justice for All (1988). Pero antes y durante, los problemas y la tragedia golpearon a la banda: primero, fue la decisión de Lars Ulrich y James Hetfield de expulsar a Dave Mustaine por su comportamiento incontrolable, previo al disco debut, para darle ingreso a Kirk Hammett. Luego, en plena gira de Master of Puppets, el bajista Cliff Burton falleció en un accidente y el golpe fue devastador.

No obstante, la resiliencia es otro de los pilares que sostienen a METALLICA. Aún con el luto a cuestas, sumaron a Jason Newsted en las cuatro cuerdas y, tras el EP de covers The $5.98 EP: Garage Days Re-Revisited, llegó el álbum más técnico y progresivo: …And Justice for All y también el que los metería en la aclamada MTv con el video de su canción One.

Pero el disco que dividió las aguas y que, a la vez, le dio a la banda el salto definitivo hacia el estrellato, fue el homónimo, también conocido como Black Album. Después de ese LP bisagra en su trayectoria, METALLICA siguió lanzando trabajos de estudio, con Newsted y más tarde con Robert Trujillo. Continuó experimentando nuevos con sonidos y luego retomó algo de sus raíces, aunque sin generar aquel impacto. De todas maneras, le guste a quien le guste, al día de hoy, es uno de los pocos representantes del metal “old school” que agota boletos en cualquier estadio del mundo. Es una leyenda viva que, pese a cualquier controversia, sigue marcando el camino del metal.

1. Master of Puppets (1986)

En 1986 el metal vivía un momento de esplendor absoluto. El thrash ya había marcado su terreno y, con METALLICA a la cabeza, estaba dispuesto a disputarle el trono al glam y a cualquier otra corriente dominante. Ese mismo año nacieron obras fundamentales: Peace Sells… But Who’s Buying? (MEGADETH), Reign in Blood (SLAYER), Somewhere in Time (IRON MAIDEN), Among the Living (ANTHRAX) o Pleasure to Kill (KREATOR). En esa elite se ubica Master of Puppets, un disco que no solo definió el sonido de su tiempo, sino que proyectó a METALLICA hacia la posteridad. Por otra parte, este LP nació en un año con varios acontecimientos históricos: la explosión del transbordador espacial Challenger, el desastre nuclear de Chernobyl, el lanzamiento de la estación espacial Mir y el título de la selección argentina de fútbol en el Mundial de México ‘86.

La formación estaba en su punto justo: James Hetfield en voz y guitarra rítmica, Kirk Hammett en guitarra líder, Lars Ulrich en batería y Cliff Burton en bajo y coros. Producidos por Flemming Rasmussen en los Sweet Silence Studios de Copenhague, lograron un sonido agresivo y nítido, con arreglos meticulosos y una potencia devastadora. Hetfield mostró una voz más madura y riffs memorables, Hammett alcanzó un pico creativo en sus solos, Burton desplegó su virtuosismo en las cuatro cuerdas y Ulrich, mucho más técnico que en trabajos previos, consolidó la base rítmica que apuntaló cada composición.

Master of Puppets se distingue por su ambición: canciones más largas, intrincadas y técnicas, capaces de combinar furia y momentos de introspección. La lírica, cargada de imágenes sobre guerra, adicciones, locura y manipulación religiosa, amplió el horizonte del thrash hacia territorios más oscuros y reflexivos. Desde la apertura con Battery, que arranca con un delicado acorde acústico acompañado por una melodía épica, seguida por riffs frenéticos amenizados por un medio tiempo en el solo, para finalizar con la agresividad que caracteriza al tema, hasta el monumental tema homónimo, Master of puppets (con más de 8 minutos de duración), convertido en himno eterno gracias a su sección intermedia de melodías contrastantes, el disco no da respiro. Welcome Home (Sanitarium) completa la tríada esencial, un viaje sonoro entre acordes oscuros y un in crescendo de distorsión, solos memorables y un final que desata un desahogo de velocidad.

Publicado el 3 de marzo de 1986, este álbum no solo marcó el ascenso definitivo de METALLICA a la categoría de titanes, sino que también quedó signado por la tragedia: ese mismo año, Cliff Burton perdió la vida en un accidente de autobús durante la gira. Su legado, sin embargo, quedó eternizado en este álbum, que en 2016 fue preservado en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como el primer disco de metal en ingresar a esa institución.

El tiempo no ha hecho más que confirmar su grandeza. Décadas después, canciones como la que da nombre al disco siguen cautivando a nuevas generaciones, como ocurrió en 2022 con su aparición en la serie de Netflix, Stranger Things. Frescura, agresividad, virtuosismo y una ambición sin concesiones hacen de Master of Puppets una obra maestra atemporal, prueba de lo que una banda con hambre, pasión y creatividad puede lograr cuando está destinada a cambiar la historia.

2. …And Justice for All (1988 – Elektra Records y Vertigo Records)

Cuando …And Justice for All vio la luz, METALLICA ya se había ganado un lugar entre los grandes gracias al impacto arrollador de Master of Puppets. Sin embargo, el fantasma de Cliff Burton seguía presente, y la herida de su muerte, apenas dos años antes, marcó inevitablemente este nuevo capítulo. Fue también el primer disco con Jason Newsted en el bajo, aunque el EP Garage Days Re-Revisited ya lo había mostrado como el nuevo integrante. Su llegada desde FLOTSAM AND JETSAM no le aseguró, sin embargo, un lugar pleno: Ulrich y Hetfield nunca dejaron de recordarle que era “el nuevo”, y ese gesto se volvió tangible en la mezcla del álbum, donde su instrumento quedó relegado hasta casi desaparecer. El disco llegó en un año donde el metal vivía una de sus épocas doradas, con lanzamientos de altísimo nivel como Seventh Son of a Seventh Son (IRON MAIDEN), Operation: Mindcrime (QUEENSRŸCHE), Keeper of the Seven Keys (HELLOWEEN), South of Heaven (SLAYER), Leprosy (DEATH) o Kings of Metal (MANOWAR). En ese contexto, METALLICA no solo estuvo a la altura: elevó aún más el estándar.

Musicalmente, …And Justice for All rompe el molde del thrash, con estructuras complejas, tiempos entrecortados y cambios impredecibles que hicieron de este álbum un desafío para la época. La ejecución fue impecable: Ulrich alcanzó aquí un pico que jamás volvió a repetir, con un pulso técnico y una batería triggeada novedosa que le dio un sonido único. Hetfield endureció su voz, más agresiva que nunca, y sus riffs alcanzaron un filo devastador, acompañados por armonías que parecían emular violonchelos y solos que Hammett transformó en estandartes. Aunque la producción dejó el bajo enterrado, hoy sabemos, gracias a remasterizaciones y filtraciones, que Newsted había entregado un trabajo formidable.

Tres piezas se destacan como pilares de esta obra. One, con su atmósfera sombría, sus riffs llenos de angustia y una letra que transforma el dolor de la guerra en carne viva, se convirtió en un himno instantáneo y en el primer videoclip de la banda, lo que para algunos marcó el inicio de la controversia con el público más ortodoxo. The Shortest Straw es pura furia controlada: golpes al unísono, riffs saltarines, cambios de velocidad y un estribillo diseñado para gritar con rabia. Harvester of Sorrow aporta el costado más oscuro, un andar denso y aplastante, como un gigante que arrasa con todo a su paso.

Para muchos fans, este fue “el último” METALLICA. El techo compositivo, la cumbre del virtuosismo, la muestra final de una etapa en la que la banda seguía sonando cruda y sin concesiones. Cada canción es una gema dentro de un disco que, más allá de la floja producción, no tiene fisuras.

Pero …And Justice for All es mucho más que un hito musical: es la prueba de resiliencia tras la tragedia. El espíritu de Burton aparece en To Live is to Die, con una línea de bajo rescatada de viejas grabaciones, transformando al disco en un puente entre la pérdida y la superación. Oscuro, enrabietado, cargado de dolor pero también de energía combativa, se erige como un álbum imprescindible, capaz de reflejar tanto la furia como la capacidad de renacer de una banda que aún tenía mucho por conquistar.

3. Metallica (1991) 

Cuando METALLICA cerró la agotadora gira de …And Justice for All, sabían que algo debía cambiar. El peso de defender en vivo una obra tan compleja los había dejado exhaustos, y la premisa era clara: conquistar el mundo con un sonido aplastante y canciones más directas. La inspiración le llegó a Lars Ulrich de un lugar inesperado: Dr. Feelgood de MÖTLEY CRÜE. Ese disco que lo retrotrajo al poder crudo de la NWOBHM, pese a la paradoja de admirar un producto del glam, género históricamente enfrentado al thrash. El productor de aquel álbum, Bob Rock, terminó siendo la pieza clave para dar forma al salto definitivo de la banda hacia el éxito masivo. Así nació el disco homónimo de Metallica, conocido universalmente como el Black Album, lanzado el 12 de agosto de 1991, justo antes de que el grunge irrumpiera con Nevermind (NIRVANA) y Ten (PEARL JAM) para barrer con todo lo establecido.

El sonido aquí fue un golpe de timón: menos velocidad, más peso y canciones accesibles que se acercaban al hard rock sin perder contundencia. Hetfield desplegó matices inéditos en su voz, Hammett se dejó influenciar por el riff denso de SOUNDGARDEN para parir himnos inmortales, y el bajo de Jason Newsted, por fin audible, se convirtió en una muralla junto al pulso de Ulrich. Bob Rock supo capturar la potencia que la banda desataba en vivo y llevarla al estudio con un ajuste quirúrgico: guitarras filosas, voces nítidas y una base rítmica que estremecía como un bloque de concreto.

De esas sesiones salieron himnos que se incrustaron en la cultura popular. Enter Sandman nació con destino de clásico, un monstruo imparable desde sus primeros acordes. Sad But True demostró que no hacía falta correr para arrasar, con un andar pesado y opresivo que se abatía como un martillo. Y The Unforgiven, power ballad desgarradora, mostró a Hetfield en uno de sus momentos más brillantes, capaz de conmover y endurecer en el mismo aliento.

El Black Album redefinió lo que significaba ser una banda de metal en los 90. Mal que le pese a los detractores, METALLICA masificó el género sin perder identidad, devolviéndolo a un primer plano cuando parecía que se estancaba. Fue, en esencia, ese disco que rompe fronteras, el que suena en las radios, en los estadios y en las tribunas, acercando a las multitudes algo que hasta entonces miraban con recelo. Más de tres décadas después, sigue siendo un punto de inflexión: una obra que cambió el destino de METALLICA y del metal mismo, desatando debates eternos sobre comercialidad y evolución, pero dejando en claro algo incuestionable: el Black Album es un disco fundamental en la historia de la música.

En este ejercicio de elegir tres discos y tres canciones de cada uno, buscando no solo su peso en la historia de la música sino también lo que significan en mi propia vida, terminé reencontrándome con aquel adolescente que descubría el Black Album en 1991. Para entonces ya había escuchado, en cassettes regrabados y compilados caseros, fragmentos de …And Justice for All, Master of Puppets, Ride the Lightning yKill ‘Em All. Pero fue ese quinto disco el que me obligó a mirar hacia atrás, a hilar la trama completa, a comprender que el legado de METALLICA también se construía en sus contradicciones. Contradicciones que, de algún modo, siguen acompañándome hasta hoy, mientras escribo estas líneas y asumo el rol de juez, sabiendo que en el fondo sigo siendo también aquel adolescente fascinado por un universo que nunca dejó de interpelarme.

Texto: Lorenzo Martins
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