Fecha: Domingo 30 de noviembre de 2025 | Hora: 20 hs. | Ciudad: C.A.B.A. | Lugar: Club Cultural Bula | Bandas invitadas: ÁCIDA – REY LÚCIFER
El Club Cultural Bula se convirtió, por una noche, en un portal directo al heavy europeo de los 80, con esa mezcla de mugre, nobleza y disciplina artesanal que hoy solo sobrevive en pocas bandas. Desde el primer minuto el concierto tuvo un aire de ceremonia, pero no de solemnidad: era más bien un encuentro entre quienes viven el género como un pacto, un código ancestral. Ese espíritu —esa hidalguía— se manifestó incluso antes de que el sonido se estabilizara.
El show abrió con un micrófono rebelde que opacó los primeros compases. En cualquier banda moderna eso habría generado caras largas o sobreactuaciones. PICTURE, en cambio, se limitó a mirarse, afirmar el pulso y seguir adelante. Sin dramatismos. Sin pose. Sin pedir disculpas. Esa compostura silenciosa fue una declaración de principios: acá no se actúa, se toca.
Cuando el audio encontró su eje, la banda entró decidida. Lousy Lady marcó un arranque áspero, y ya desde ahí apareció una de las claves del sonido de PICTURE: un híbrido natural entre la agresividad de ACCEPT, la épica melódica de RAINBOW y una velocidad sorpresiva, casi speed por momentos, que dominó buena parte de la primera sección del show. Esa aceleración inicial funcionó como un impulso vital, una forma de decir: “no somos una banda histórica, somos una banda viva”. Diamond Dreamer fue recibida como un pequeño ritual: el público la cantó con fervor. Eternal Dark reafirmó su pulso marchoso. You’re All Alone desplegó ese perfume Blackmore, mientras que The Blade subrayó su dramatismo de linaje DIO sin caer en la imitación. Más adelante, Get Back or You Fall sonó más contundente que en cualquier reedición: no hubo nostalgia, hubo convicción.
Durante Bombers ocurrió uno de esos momentos inolvidables: Rinus Vreugdenhil, el histórico bajista, se bajó al público en pleno solo melódico. Fue un gesto espontáneo, casi instintivo, que rompió cualquier frontera entre banda y audiencia. Porque lo cierto es que esa audiencia también fue protagonista.
En Bula no había un público estándar. Había metaleros y metaleras de verdad: camperas de cuero con olor a historia, chalecos plagados de parches gastados, tachas que sobrevivieron a más recitales que muchas bandas modernas. Un público que parecía salido de una foto alemana de 1987, como si el universo heavy hubiera congelado su estética y su convicción a fines de esa década gloriosa. Ese público no fue decorado: sostuvo cada tema, marcó el pulso y devolvió energía con la misma hidalguía que la banda proyectaba desde el escenario.
La formación de PICTURE explica buena parte de esa solidez. La base histórica —Rinus Vreugdenhil en bajo y Laurens “Bakkie” Bakker en batería— funcionó como un manifiesto viviente de lo que significa tocar heavy metal “en serio”: sin in-ears, sin click, sin guías, apenas mirándose, confiando en un lenguaje corporal trabajado durante cuatro décadas. Bakker tuvo una gran noche, con una pegada firme, moderna sin querer serlo. Vreugdenhil sostuvo el cuerpo del show con un pulso denso y noble, marcando con autoridad cada transición. Esa forma de tocar —artesanal, directa, sin artificios— fue la encarnación más pura de la hidalguía del género.
Las guitarras de Len Ruygrok y Appie de Gelder sostuvieron todo con claridad y filo. No hubo exhibicionismo ni necesidad de modernizar lo que no requiere modernización. Su rol fue preciso: riffs limpios, afilados y fieles a la tradición. En el centro estuvo Peter Strykes, cuya presencia creció tema tras tema. Desde que ingresó por accidente en 2016 para salvar un show, su lugar en PICTURE se volvió esencial. Strykes no imita a los cantantes originales ni juega a replicar gestos ajenos. Lo suyo es prolijidad, actitud rockera y una fuerza vocal que ordena sin avasallar. Su interpretación rejuveneció el repertorio sin alterar su ADN. Fue el punto de equilibrio de toda la presentación.
Hacia la mitad del show, la banda dejó atrás el vértigo inicial y se instaló en un medio tiempo firme, de riffs más pesados y movimientos más amplios, una dinámica que funcionó como descanso narrativo antes del nuevo ascenso final. Esa segunda sección, más densa y machacante, fue clave para darle forma a la estructura del recital: un primer tramo veloz, un centro más contenido, y un final que volvió a acelerar como si regresaran a 1984.

La recta final fue una fiesta compartida. Heavy Metal Ears y The Hangman desataron un entusiasmo casi tribal. Lady Lightning apareció con presentación de banda, duelo de guitarras y un amague de Smoke on the Water que provocó sonrisas cómplices. Antes del cierre, un tema rockero sostuvo el riff eterno del metal europeo —gasto histórico incluido— y finalmente No No No cerró con una velocidad feroz, como si la banda quisiera recordar que, pese a los años, todavía pueden ir rápido cuando lo deciden.
Lo que quedó en el aire no fue solo la música: fue la nobleza de un heavy tocado sin artificios. Una banda histórica que se sigue mirando a los ojos para tocar, un público que todavía usa cuero como si fuera armadura, y un repertorio que no envejece porque se interpreta con carácter, no con nostalgia. PICTURE no sonó a reliquia. Sonó a época. A una manera de vivir el heavy donde la hidalguía —ese orgullo silencioso, esa convicción artesanal— sigue siendo la ley. Y en Bula, esa ley volvió a brillar.
Invitados que encendieron la mecha
ÁCIDA tuvo el honor de abrir la jornada y lo hizo con una seguridad que desacomodó a más de uno. Banda formada en 2024 e integrada íntegramente por mujeres, combinó heavy callejero, estallidos de speed y un filo thrasher servido con convicción. En su set sonaron Noche de Acción, Pestilencia y Ángel Espectral, tres piezas que condensan su identidad: un heavy desprolijo, veloz, directo al mentón, con momentos de voces guturales en los coros que sorprendieron por su potencia. No hubo timidez ni gesto de banda nueva. Salieron a tocar como si ya tuvieran una década de escenarios encima y dejaron el ambiente caliente para lo que vendría.
Después fue el turno de REY LUCIFER, que tomó el escenario con una presencia que no buscó agradar: buscó afirmar identidad. Abrieron con Juicio Final, seco y contundente, y siguieron con Hierro y Acero, Opresión y una encendida Larga Vida al Heavy Metal, que el público —cuero curtido, parches históricos, tachas que parecen armadura— recibió con fervor absoluto. El tramo central del set, con El Regreso de los Antiguos, Los Perros del Abismo y Hijos del Mal, mostró su costado más oscuro y ritualista, mientras que Tormenta de Acero encendió a la multitud con ráfagas de speed. Entre temas dejaron clara su postura: “Nunca más dictadura cívico-militar. Juzgados y condenados.” Pero cerraron proponiendo lo opuesto al enfrentamiento: Buscando la Unidad, con el mensaje que quedó flotando en Bula como una consigna colectiva: “La unidad nace del amor al heavy metal.” Su set no funcionó como soporte: funcionó como detonador emocional.
Texto: Carlos Noro
Fotos: Estanislao Aimar
Agradecemos a Heresy Metal Media por la acreditación al evento.
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