Año: 2025 | País: USA | Género: Thrash metal melódico | Sello: Roadrunner Records | Lemmymómetro: ♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠ (10/10)
Después de que TRIVIUM pasara la primera mitad del año de gira con su álbum revelación, Ascendancy, que por más que pase el tiempo, me sigue siendo brillante, nadie esperaba que los oriundos de Florida salieran con nueva música tan pronto, aunque tampoco era mucha sorpresa considerando el agrio final de la misma gira. Se sembraban algunas dudas sobre si este viaje al pasado reavivaría esa pasión original por el metalcore melódico con tintes más thrashers que los forjó, y la angustia desenfrenada sobre la que la banda construyó sus cimientos. Sin embargo, sorprendieron con el anuncio Struck Dead, un EP que se compone de solo tres canciones, durando unos 18 minutos, que de la misma manera que su magnum opus trata sobre un adolescente que lidia públicamente con sus emociones y sentimientos, nuestro frontman comentó que esta visita al pasado si logró remover fantasmas del pasado, lo que también devino en la exploración de sentimientos de aislamiento y rabia a lo largo de este EP, pero de una forma un poco más pesada, honesta y con mucha garra, sin chance alguna de pensar que fueran a ablandarse con el tiempo.
Bury me with my screams, que fue el primer llamado a la guerra de este lanzamiento, tiene un arranque demoledor antes que se inicien las guitarras gemelas con la melodía principal del tema. La voz de Matt Heafy se alterna entre una amenaza melódica y una furia desgarradora, como si hubiera estado haciendo gárgaras de lava mezclada con una buena dosis de arrepentimiento, tratando de guardarse el lamento de un crimen recién cometido, quizás evocando un poco al relato de El corazón delator de Edgar Allan Poe. El laburo de bajo de Paolo Gregoletto es bestial, es más filoso y recalcitrante que en otros lanzamientos, y terminan de darte una patada en el pecho para marcar la distinción con los lanzamientos previos, que si bien también hizo un trabajo notable, no sonaba tan latoso como si lo es ahora. Los riffs de ambos guitarristas cortan el aire como navajas, los solos de viola son bien penetrantes, y a lo lejos se pueden escuchar los fantasmas del ya mencionado Ascendancy asintiendo en señal de aprobación a lo que ellos mismos originaron. Ya hace mucho tiempo es injusto caerles con el mote de metalcore melódico, ya que posterior a Shogun, la banda mantuvo esa esencia melódica, pero siguió explotando y profundizando ese lado thrasher, hasta quizás la llegada con What dead men say, que se fueron un poco más progresivos y experimentales, sin saber cómo rotularlos si hiciera falta. Pero eso nunca es necesario ni obligatorio, ellos son TRIVIUM, y ahora, todo apuntaba a qué retomaban la veta más visceral y directa, por lo menos con este single, pero aun el paisaje estaba un tanto oculto, y expectante de asomar.
Pasado el 31 de octubre, cuando se develaron los dos temas restantes, el paisaje se revelaba ante nosotros y si bien se mantenía un poco donde esperaba, había lugar para alguna que otra sorpresa. El segundo tema, Struck dead (Pain is easier to remember), también desde el principio tiene una pared de sonido construida ladrillo a ladrillo nuevamente por el bajo de Paolo Gregoletto, que retumba como un terremoto junto a Alex Bent que, por su parte, sigue demostrando que es una máquina sísmica. La canción principal sube aún más el nivel con un mazazo de furia demoledora y demoledora, pero que también tiene pasajes melódicos que evocan la plenitud vocal del líder, pero que también se deleita con un solo de viola cacofónico y una velocidad vertiginosa, mientras Matt Heafy se abre paso a través de la paliza, con un “Fuck!”, perfectamente ubicado antes del colapso, que da pie a un clímax castigador, que demuestra lo feroz, versátil y volátil que puede llegar a ser TRIVIUM. Cerrando con Six walls surround me, TRIVIUM se mete en sus instintos más oscuros: muy suave al principio, ya sabemos que este clásico truco no es más que un respiro del ataque de los temas anteriores para continuar con la faena, que arranca de forma súbita y machacante. Este tema de cierre termina siendo tan doloroso como sus dos predecesores, pero extrañamente no suena tan contundente como ellos: es una canción más bien dicotómica, que se torna claustrofóbica, aplastante y catártica como suelen serlo, y también es un recordatorio de que TRIVIUM no busca apegarse a un estilo fijo, sino que persigue a sus propios demonios, y lo hace con su estilo.
El único punto flojo no viene por el lado musical, sino por el arte de tapa, ya que han sabido aportarnos obras dignas de los mejores pintores griegos de antaño, pero en la ocasión eligieron a Boy Kong, un pintor, ilustrador, muralista y artista de collage autodidacta, estadounidense con raíces asiáticas. Su inspiración se basa en una mezcla de ukiyo-e, surrealismo, grafiti y folklore animal, y si bien ha tenido buenos trabajos en su haber, quizás los elegidos para el presente lanzamiento no me terminan de convencer. Eso refuerza un poco la idea de que este disco pareciera haber salido como una última reverencia del señor Alex Bent en la batería, que anunció su salida de la banda inmediatamente después del anuncio del EP, y sin dudas es un saludo para cómo para no olvidarlo, luego de haberle dado una vuelta de rosca a un puesto que siempre estuvo atado a cambios para los de Florida, que ha cambiado muchos bateros en los últimos años; si fue el mejor batero que tuvo la banda, eso solo el tiempo lo dirá, pero ha sabido plasmar una linda pero brutal etapa. En cuánto a la banda en sí, no tengo dudas que han madurado, sí, pero a diferencia del buen vino que se torna dulce, ellos siguen siendo tan ácidos y crudos como siempre. En un mundo donde el metal a menudo se guarda un poco para continuar atrayendo a las masas, TRIVIUM se mantiene gloriosamente sin filtros, y brindo por ellos que siguen sonando, siguen orgullosos y siguen cargando su propia bandera, por lo menos hasta el momento, y ojalá reinen por mucho tiempo de esta forma.

