Estuvimos golpeando las puertas del infierno y vivimos para contarlo.
Si uno pudiera elegir dar una vuelta de una hora y cuarto por el infierno, seguramente la banda de sonido sería algo como Dying Fetus. Los yanquis vienen a ser una de esas bandas que hacen honor a la taxonomía que los encasilla como música extrema. Si no ¿cómo llamar a una banda que tiene un sonido que mezcla la velocidad a ultranza con la técnica en a su máxima expresión, pero que a la vez tiene condimentos ligados al hardcore más groovero? Esto fue lo que mostró la banda liderada por el pelado John Gallagher (con el gesto duro, adusto y mala onda que exige el manual imaginario del estilo) pero sostenida en una la increíble pericia del bajista detrás de su instrumento Sean Beasely (casi una viola gemela más) y la precisión Trey Williams tras los parches (una verdadera máquina de triturar beat blasts para sostener cortes y breakdowns).
En este contexto y con un Asbury que realmente tenía una temperatura infernal (cortesía de la humedad porteña) pasaron una serie de canciones que para los conocedores fueron pequeñas explosiones de violencia “Intentional Manslaughter”, “One Shot, One Kill” u “Homicidal Retribution” y para los otros simplemente una curiosa manera de ver en vivo y en directo la brutalidad musical en su máxima expresión.
Sin descansar ni siquiera un minuto y de la mano de temas que incluso denotan cierta posición política que adoptaron en la última época como “Praise the Lord (Opium of the Masses)”, el cierre con “Kill Your Mother, Rape Your Dog” y “Grotesque Impalement” fue el cierre perfecto para una demostración de odio y violencia extrema. Después de una hora y monedas las compuertas del infierno se abrieron hacia la calle. La conclusión fue ni más ni menos que un paseo veraniego más que disfrutable para aquellos que aman estas propuestas estilísticas.
TEXTO: Carlos Noro
FOTOS: Jorge S. Noro