Hay discos que buscan sanar y otros que simplemente muestran la herida. Noxa, el nuevo EP de NVLO, pertenece a esta última estirpe: una obra corta, densa y abrasiva que transforma la corrosión en lenguaje. A través de cuatro canciones —Ambición, Ritual, El Abismo y Redención— la banda disecciona la ambición, la culpa y la carne como si fueran estados químicos de una misma materia.
En la voz y la mirada de León Pardo, Noxa se vuelve más que un registro musical: es un manifiesto sobre el daño, un espejo donde lo humano se muestra sin anestesia. Entre el mito, la metáfora y la descarga física, NVLO compone un rito de purificación que no busca consuelo, sino conciencia. Lo presentarán el 16 de noviembre en El Teatro Flores, en lo que promete ser una ceremonia de comunión y catarsis.
En la superficie, Noxa parece un disco breve. Cuatro canciones, apenas un cuarto de hora. Pero debajo de esa concisión habita un universo que corroe: un cuerpo en deterioro que, al sangrar, se vuelve espejo del mundo. Desde el título —que remite a la herida, al veneno y al daño—, NVLO levanta una arquitectura sonora donde el mal no es una fuerza externa, sino una condición ambiental. En la voz de León, la palabra se vuelve diagnóstico: “Representa el deterioro, el desgaste y la corrosión social y emocional a la que todos nos vemos expuestos al habitar el mundo que habitamos, un mundo alterado por factores externos.”
Ese planteo no es teórico, sino existencial. Noxa suena como la reacción de un cuerpo a su propio contexto: una autopsia en tiempo real. León lo explica como quien narra una experiencia física más que un concepto: “No es una secuencia, pero sí todas las canciones tienen un hilo conductor: la ambición, la traición, el deseo y la superación por sobre todo lo que pueda afectarnos.” En ese recorrido —de la pulsión al arrepentimiento, del deseo al desgaste— NVLO construye un lenguaje que mezcla violencia y contemplación. Cada tema es una escena de la misma pesadilla: Ambición abre el fuego con la codicia y el filo del ascenso; Ritual expone el pacto y la servidumbre; El Abismo se rebela contra la anestesia colectiva, y Redención se hunde en la culpa eterna.
“Consideramos que la ambición y la codicia nos competen a todos”, admite León, sin distancia moral. “A veces llegan al punto de que no importa nada más que el deseo propio de querer algo y hacer lo que sea por eso, sin medir consecuencias.” Esa sinceridad define la identidad de NVLO: no escriben sobre monstruos, se escriben a sí mismos. Noxa se convierte así en una radiografía de la condición humana, donde el veneno no destruye: revela.
Entre la culpa y el cuerpo
La estructura de Noxa opera como una espiral: no avanza, se profundiza. A medida que el EP avanza, las letras se vuelven más introspectivas, más mitológicas, más humanas. El Abismo, dice León, “propone un despertar que nace desde lo individual hacia lo colectivo, haciendo notar la condición a la que estamos sujetos y la capacidad de cambiar esto.” Ese gesto de rebeldía no es político en el sentido tradicional, sino espiritual: despertar no para oponerse, sino para reconocerse.
Redención, el cierre, lleva esa conciencia al extremo. La culpa se vuelve conocimiento, y la condena, espejo. “La culpa es una esencia transformadora que puede concluir en cambios, para uno mismo o para el resto. Redención está inspirada en el destierro de Urano, el dios de la mitología griega.” El mito funciona como metáfora del exilio interior, del castigo que también engendra creación. NVLO convierte esa tragedia ancestral en sonido: riffs que se retuercen, voces que se abren paso entre la asfixia, atmósferas que pesan como un cielo sin oxígeno.
En ese universo, el cuerpo no es metáfora: es campo de batalla. León lo asume con crudeza: “La lucha ocurre en lo humano, en lo diario. Nadie quiere vivir en una realidad triste, pero todos transitamos nuestro propio proceso. Si hilamos fino, es fácil ver todo lo que está mal, a simple vista.” Esa percepción de la vida cotidiana como terreno hostil se traslada al plano sonoro. NVLO no busca pulcritud: busca impacto. “Siempre tratamos de darle frontalidad al sonido”, explica. “Somos de una escuela que ya tiene veinte años. Ese sonido crudo de esa época es algo que siempre quisimos llevar al sonido de NVLO. Hubo un trabajo fino de producción, mezcla y máster. No fue fácil, mucho debate, pero llegamos a un punto donde todos dijimos: ‘Este es el sonido’.”
Esa frontalidad tiene un correlato en la escritura. “Siempre escribí de una forma metafórica, pero también hacemos metal y la mejor forma de llegar es siendo crudo y directo”, cuenta León. Esa combinación —poesía y golpe— define el tono del EP. Cada verso busca herir, pero también sugerir; cada riff, desbordar sin ceder a la saturación. La palabra y el sonido dialogan con la misma intensidad que el cuerpo y la mente: fricción pura.
Incluso la elección del formato responde a esa lógica de urgencia. “Queríamos largar un EP”, dice León. “Teníamos esas canciones, las grabamos, les dimos forma y a la cancha. Queríamos que reflejara exactamente lo que NVLO tiene en el pecho hoy. Corto, al pie y a los dientes si no te cubrís la cara.” La frase tiene el filo de un manifiesto: NVLO no busca convencer, busca contagiar. Noxa dura poco, pero arde largo.
Rito, imagen y comunión
Toda esa intensidad encuentra su correlato visual en la tapa del EP, una composición tan perturbadora como hipnótica: un cuerpo tentado, una serpiente, el eco de un pacto. León cuenta que “la tapa de Noxa representa todo lo plasmado en el EP, inspirada en El Ritual. Habla de estar atado a la ambición y la codicia, despersonificado y entregado a un pacto sin retorno. La serpiente viene de una historia de la mitología rural argentina, ‘El Culebrón’, bastante famosa en mi pueblo, en Río Negro.” El mito local ancla el discurso universal: el veneno como herencia, la tentación como paisaje. El arte no ilustra las canciones, las prolonga: es el veneno hecho imagen.
Antes del lanzamiento, NVLO llevó su música a Sudáfrica, una experiencia que confirmaría la universalidad de su propuesta. “Fue un baldazo de agua helada, de los que te despiertan y te hacen activar”, recuerda León. “Reafirmamos que más allá de cualquier distancia o bandera, el metal que hacemos tiene un lenguaje universal. La gente entendía lo que ofrecíamos y respondía con locura, respeto y conexión.” En ese viaje, la banda descubrió que el peso emocional de su música trasciende la lengua y las fronteras: la oscuridad, cuando es sincera, no necesita traducción.
Esa oscuridad volverá a materializarse el 16 de noviembre en El Teatro Flores, cuando NVLO presente oficialmente Noxa. León lo describe con la emoción contenida de quien sabe que el ritual será total: “Por el motivo del show, que es la presentación de un nuevo material, va a ser una gran celebración. La emoción es mutua y tanto nosotros como los manijas que nos acompañan estamos igual de ansiosos. Nuestros shows son fiesta, ritual, celebración, encuentro y catarsis de energía. Y este no será diferente, será otro más, mejor e inolvidable.”
Ese “rito colectivo” sintetiza el viaje de Noxa: del daño al deseo, de la palabra al cuerpo, del estudio al escenario. NVLO no ofrece soluciones: ofrece un espejo de carne, ruido y símbolo.
Cuando León ríe al definir el disco como “una confesión sobre la advertencia de un exorcismo”, suena a epílogo y a revelación. Porque Noxa no intenta curar la herida: la muestra, la nombra y la hace vibrar. Y en ese gesto, el veneno se vuelve comunión.
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