Fecha: Domingo 9 de noviembre, 2025 | Hora: 20 hs. | Ciudad: C.A.B.A. | Lugar: Teatrito | Banda invitada: RHAUGH
HARAKIRI FOR THE SKY llegó a El Teatrito para presentar Scorched Earth y lo que entregó fue una experiencia extraña, densa, difícil de catalogar. No fue un mal show, tampoco uno luminoso: fue una noche en la que algo, sin estar roto, no terminaba de encajar. Y ese desajuste no vino de la banda —solvente, precisa, emocionalmente devastadora—, sino del contexto. La sala, con menos de la mitad de su capacidad, el sonido ligeramente saturado y un público contenido, crearon una atmósfera de desconexión, de esas en las que el arte parece flotar sin encontrar su lugar. Pero justamente ahí, en esa incomodidad, radicó su potencia.
Desde Heal Me, quedó claro que HARAKIRI FOR THE SKY no iba a buscar complicidad ni respuesta. J.J., el cantante, se movió como un cuerpo tomado, entregado al desborde. Terminó el primer tema agachado frente a la batería, respirando con dificultad. En Fire, Walk With Me, el trance fue absoluto: se subió a la batería, gritó, revoleó el micrófono, se desbordó. Lo suyo no tiene nada que ver con el estatismo del black metal, sino con el nervio y la fisicalidad del hardcore. Canta como quien exorciza, no como quien interpreta. Su crudeza, su canto imperfecto, su movimiento errático construyen un lenguaje propio, más cercano al desahogo que a la performance.
With Autumn I’ll Surrender y Funeral Dreams marcaron el momento más introspectivo. J.J. de espaldas, inmóvil en apariencia, pero vibrando con el pulso interno de las canciones, mientras Matthias Sollak desde la guitarra sostenía el equilibrio: melódico y extremo, preciso y emocional. Sollak fue el eje, el punto de gravedad que mantuvo el concierto firme cuando todo lo demás parecía a punto de derrumbarse. Las bases de teclado pregrabadas aportaron textura, profundidad y una sensación de vastedad que contrastó con el tono íntimo de la sala. El volumen, por momentos alto y saturado, añadió tensión, como si la música quisiera salirse del espacio físico que la contenía.
Con You Are the Scars, Without You I’m Just a Sad Song y Sing for the Damage We’ve Done, la banda alcanzó su punto más emocional. La interpretación fue tensa, precisa, pero nunca fría. HARAKIRI FOR THE SKY logra algo poco común: sonar devastador y elegante al mismo tiempo. Sin embargo, el público no respondió. Nadie cantó, nadie se movió. Fue como si todos estuvieran viendo una película en la que sabían que algo importante ocurría, pero no lograban involucrarse del todo. Homecoming: Denied! rompió momentáneamente esa quietud con un arranque furioso que devolvió algo de electricidad al aire, pero la atmósfera seguía dominada por la contención. Entonces ocurrió lo inesperado. J.J. bajó del escenario antes de los bises, caminó entre la gente y siguió cantando. No lo hizo para generar comunión, sino como un gesto de vulnerabilidad total, una manera de diluir el límite entre intérprete y espectador. Fue un momento breve y extraño, de belleza tensa: un hombre gritando entre cuerpos inmóviles, intentando conectar con algo que no terminaba de responderle. De vuelta en el escenario, Keep Me Longing y Lungs Filled With Water cerraron la noche con un tono exhausto, casi resignado. Su voz sonó al borde del colapso, frágil, desgarrada.
La banda estuvo impecable y sin embargo, algo en el aire mantuvo la distancia. Tal vez fue el volumen, tal vez la frialdad del público, o simplemente esa magia imposible de fabricar que a veces no aparece. Porque el arte es así: hay noches en las que te atraviesa y te transforma, y otras en las que te deja afuera, observando desde la distancia. Lo que hizo HARAKIRI FOR THE SKY fue entregar su cuerpo y su sonido sin medir consecuencias. Lo demás —esa desconexión, esa imposibilidad de comunión— también forma parte de la experiencia. A veces la catarsis ocurre en el escenario, y el público sólo puede mirarla desde lejos.
El soporte de la noche estuvo a cargo de RHAUGH, una formación integrada por músicos venezolanos y argentinos que apostó por la imagen y el clima como parte esencial de su discurso. Ataviados con túnicas negras, en una línea estética cercana a la de MGLA o UADA, lograron una presencia escénica envolvente y ritual. No hubo palabras, apenas gestos mínimos, lo que acentuó el carácter hipnótico de su set. Musicalmente, RHAUGH se movió entre la densidad del doom y la expansión del post-metal, construyendo un sonido oscuro, de tempo lento y texturas que se desplegaban como un mantra. Las guitarras se arrastraban con precisión, las bases rítmicas mantenían una tensión sostenida y las voces emergían como un eco más que como un centro. Su presentación fue coherente y compacta, con una atmósfera que encajó a la perfección con la propuesta introspectiva de HARAKIRI FOR THE SKY. Más que teloneros, fueron una antesala ritual, un portal sonoro que preparó al público para una noche de inmersión emocional donde la catarsis y el desajuste se convirtieron en una misma cosa.
Texto: Carlos Noro
Fotos: Seba Delacruz
Agradecemos a Marcela Scorca de Icarus Music por la acreditación al evento.
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Tal cual lo que contas, una pena que seamos tan pocos pero tantos sacando sus teléfonos, eso lo hizo aún más frío. La banda se entrego 100%, se merecían más público. Para mí sonó 9 puntos. Volverán? Difícil.