El pasado Viernes 2 de Octubre Nightwish hizo su 6ta presentación en nuestro país y nosotros estuvimos ahí atestiguando lo que se convertiría en una noche mágica, llena de energía y que quedaría guardada en la memoria de todos, incluidos los músicos, por mucho tiempo, sino eternamente.

La noche comenzó temprano junto a Boudika y Escapist (ver entrevista) pero, lamentablemente, por cuestiones de horarios laborales no pude llegar a tiempo para ver esos shows. Sin embargo, enganché el último tema de Escapist y realmente estuvo excelente. Sonaron tremendamente bien, mostrando solidez y madurez sobre el escenario. Hay que estar ahí parado frente a más de 5mil personas que están con la ansiedad al límite de lo imaginable y moverse con la soltura que lo hizo Escapist. Con una propuesta similar a la que ofrecen los finlandeses, los locales se retiraron del escenario, aplaudidos y ovacionados, merecidamente, por la gran mayoría del presente. Una agrupación con una fuerte presencia escénica que promete mucho para su futuro!

Luego vendría un silencio de un poco más de media hora hasta que Nightwish se hiciera presente. De las 6 veces que se presentaron en nuestro país, quien escribe, solo los había visto una vez: la primera (2000). Es decir que o bien podría vivenciar un contraste muy fuerte (ya sea para bien o para mal) o simplemente ver algo que ya había visto 15 años atrás, cuando los incipientes fineses, que por aquel entonces transcurrían su segunda década de vida, comenzaban a definirse como una de las agrupaciones más representativas del género y cuyo futuro promisorio ya albergaba la esperanza de las grandes ligas.

Así pues, un Luna Park colmado de gente estalló en gritos al tiempo que la intro de Hans Zimmer sonaba de cortina a la paulatina aparición de los miembros sobre el escenario. Un escenario pelado de escenografías o pirotecnias; solo un par de telones detrás harían de soporte para que el verdadero atractivo de la noche fuesen los músicos y su arte. Shudder before the beautiful se hizo eco entre la masa al tiempo que la inmensa Flor Jansen nos demostraba por qué fue tan acertada la decisión de la banda a la hora de convocarla. Está clarísimo que Jansen, logró sacar a Nightwish de esa sombra extraña en la que había sumido tras la salida de Tarja y de su poco acertada reemplazante, Anette olzen.  Capaz de ocupar el lugar de Tarja en los pasajes más líricos y a la vez mostrar un costado mucho más crudo y agresivo en los temas de la última época de la agrupación, Floor se cargó el público y la banda al hombro. Yours is an empty hope, el tema más extraño del último trabajo, continuaría la lista antes de que Ever Dream nos hiciera cambiar el foco de nuestra atención, desviándolo hacia el vikingo Hietala y acentuando un poco más la actitud más rockera de la agrupación. De más está decir que esta fue coreada y gritada por todo el estadio seguida por She is My Sin, primer asomo de los clásicos que harían en la noche. Luego, bajarían los decibles y Troy se haría presente empuñando su gaita para mostrar el reciente costado más folk de la mano de My Walden; tema que daría lugar al segmento más bello y melódico de la noche. Pues seguido Marco interpretó en solitario, solicitando ayuda al público para el estribillo, la épica The Islander para luego rematar con la hermosa y “popera” Élan. Weak Fantasy y la gloriosa 7 days to the wolves promediarían el show y harían de alfombra roja para uno de los momentos más álgidos y calientes de la noche. Tras un breve silencio, súbita e inesperadamente, “Master! Aprentice!” se escuchó en todo el recinto y la piel se erizó de forma inmediata. Wishmaster estremeció al estadio y nos volvió a mostrar el inmenso potencial de la nueva “frontwoman” de Nightwish. Sin ningún tipo de problema, esta se calzó los zapatos de Tarja y reprodujo a la perfección una de las composiciones más destacables de su discografía haciendo saltar, vibrar y corear a todo cuanto osara quedarse quieto observando.

Sin embargo, e irónicamente, la emoción y el estallido de euforia seguirían en aumento para explotar definitivamente con la siguiente canción, I Want My Tears Back; cosa que fue extraña para los seguidores más veteranos mostrando la realidad del cambio en el público y en el estilo desde sus comienzos hasta hoy. Así, a la par de Marco y Floor, todo el Luna Park dejó su garganta en pos del aliento a una banda que, pese a su poco y frío contacto con el público, nunca dejó de cosechar adeptos en nuestras tierras. Nemo sería la encargada de continuar con la lista presagiando, en mi opinión, el clímax de un show que, hasta acá, ya estaba consagrado. Pero al principio de la crónica dije que esta sería una noche mágica y el momento del hechizo se hizo presente. Nacida desde el océano, Stargazers inundó de emoción y nostalgia los corazones de los seguidores más antiguos. Pues toda la pomposidad operática y sinfónica del primer corte del álbum que los dio a conocer en nuestro país se manifestó por primera vez ante nosotros. Debo admitir que este no es un comentario objetivo y que en este momento del show la emoción del fanático se sobrepuso a la objetividad del crítico que les escribe. No sé si esto se contagió a todos los concurrentes, pero al menos todos los que me circundaban cantaron íntegra esta magnífica canción dejando el alma en el intento. Sinceramente, y lo digo sin temor alguno, Tarja no se extrañó. La danesa no titubeó ni un instante frente a una canción tan icónica como esta y deslumbró con una interpretación impecable no solo desde lo técnico, sino desde lo escénico y emocional también. Tras semejante sacudida era hora de bajar los decibeles y el primer álbum dijo presente de la mano de Sleeping Sun.

Poco podíamos esperar luego de esto y la noche ya iba llegando a su fin, pero aun había más. Un versión recortada de la cinemática The Greatest Show on Earth mostró el costado más delirante y artístico de la genialidad y la locura de Holopainen. Una composición épica llena de arreglos sinfónicos, orquestaciones, coros y demás ornamentos que deslumbró a todos. Una especie de banda de sonido de la creación del universo y la vida desde la mirada evolucionista de Darwin, adornada por fragmentos narrativos de uno de sus defensores más fervientes, Richard Dawkins. Tras esto y, para finalizar el show, The Last Ride of the Day fue la elegida quien quedó completamente opacada por la opulencia y ambición de su predecesora Ghost Love Score, la cual terminó de consagrar a Jansen como la vocalista que es y mostrándonos por qué está donde está. Con un estridente y altísmo grito final, lleno de actitud y pasión, Ghost Love Score casi daba por cerrada la noche.

Tras quince años de haber visto por primera y única vez a los fineses, el contraste fue abrumador pero en el buen sentido. Me encontré con una banda madura y consagrada que ha encontrado su formación definitiva y un rumbo que les sienta muy bien. Tras la incertidumbre que generó Dark Passion Play se despacharon con dos álbumes excelentes que dieron rienda suelta a la creatividad de una de las mentes más ambiciosas de la escena. La creatividad y delirio de Holopainen parecen no tener fin y quienes lo acompañan saben cómo materializar sus ideas y pensamientos. Marco fue el primer giro en la búsqueda de algo diferente. Luego la incorporación de Troy y sus aportes más “folk” a la música. Y finalmente el reclutamiento de una vocalista que no solo aporta clasicismo y lírica sino que le devuelve esa actitud cruda y rebelde propia del rock a la presencia en el escenario.

Creo que no puedo decir mucho más. Realmente fue un placer haber asistido a tremenda presentación en el mítico estadio Luna Park para re encontrarme con una banda en su mejor momento. Ojala haya más, y pronto!

 Texto y Fotos: estanislao Aimar

Videos: NWM Productions

 


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