La magia sueca en Argentina y con el toque uruguayo….
La gran virtud de Opeth es repensarse como banda. Cada disco es un paso más en algún aspecto. A veces han mejorado el sonido, otras las composiciones, otras han mezclado elementos, hasta llegar a su último disco – el brillante “Heritage” – con un título más que profético. La “herencia” en este caso, es la música progresiva de los setentas, los temas largos y complejos, el sonido y la idea de que lo “vintage” es paradójicamente más actual que nunca.
Esta fue la bandera que defendieron los liderados por Mikael Åkerfeldt en esta segunda visita a Argentina. Desde su disposición en el escenario que recordaba a las viejas bandas de los setentas – El vocalista / guitarrista en el medio con su equipo detrás, tecladista y guitarrista de un lado sumados a baterista y bajista del otro – pasando por la remera homenaje a Black Sabbath, hasta lo fundamental: el sonido entendido como un concepto a desarrollar a lo largo del show. Precisamente este fue al aspecto crucial y distintivo de la noche en el Teatro Flores. Aquí todos nos olvidamos del sonido modernoso y “comprimido” al que apuestan las bandas actuales. “The Devil´s Orchard” y “I Feel the Dark” previsiblemente y para bien, del último disco, nos situaron rápidamente en tiempo y espacio. Nitidez y claridad pueden ser dos adjetivos para dar cuenta de como sonó el show en su totalidad. A esto habría que sumarle el buen gusto de la banda para manejar los climas y para hacer canciones. Cada riff, cada melodía y cada silencio parecen tener un porqué. El grupo lo sabe y aprovecha estas circunstancias a su favor. Será por eso que “Face of Melinda” de Still Life (1999) pareció una canción más de su última placa imitando el espirítu de zapada y de progresión de los dinosaurios de los setentas. Casi como una postura ideológica, esta primera parte del show se remitió al Opeth más cancionero y climático donde los temas fluyeron en medio de este clima “setentoso” donde hoy se sienten tan cómodos. Por esto no parece casual que otro tema del último disco “Slither” sirviera para que Åkerfeldt se tomara unos minutos para mencionar su admiración por Ronnie James Dio, recordar su emoción cuando vio por primera vez la tapa de “Holy Diver” y dedicar una canción que sudaba a Rainbow por los cuatros costados. “Windowpane” uno de los temas más bellos de “Damnation” fue pequeño e intimista, obligando a escuchar con atención y mostrando la dificultad que tiene por momentos el público Argentino para hacer silencio. El climático “Burden” de Watershed sirvió para resaltar la interacción entre Joakim Svalberg de – estupenda labor tras las teclas – y el melancólico trabajo de violas del mismísimo Åkerfeldt y de otro monstruo, Fredrik Åkesson, de impecable labor.
Otra dupleta del último disco “The Lines in My Hand” y “Folklore” valió para generar sensaciones distintas. La primera para mostrar el enorme feelling – como llamarlo si no – de Martin “Axe” Axenrot tras los parches en el medio de un tema de neto corte progresivo. La segunda, luego de la presentación del Uruguayo Martín Méndez como alguien que “ahora vive en un castillo den Suecia” fue – precisamente – una especie de homenaje al folclore Sueco. Belleza es una buena forma de definirla.
La última parte del show fue introducida por Åkerfeldt con esa mezcla de ironía y buen humor que lo acompañó durante toda la noche. Después de presentar a la banda diciendo alguna boludez de cada uno, incitando al aclamado a Méndez a largar un “Aguante Argentina” y presentándose a si mismo como “un chico caliente con bigote (?)”, la sentencia “esta es la parte que les gusta a ustededes” dio paso la vena más pesada y gutural de los suecos. Pasaron “Heir Apparent” de Watershed, “The Grand Conjuration” de Ghost Reveries, “The Drapery Falls” de Blackwater Park para cerrar con la enorme “Deliverance” del disco homónimo que sufrió la transformación de su parte más pesada teniendo en cuenta el kit setentoso de la batería de Axenrot.
Así pasó Opeth por segunda vez demostrando que todavía queda esperanzas de sorprenderse con alguien que se para en las tablas. Llámenlo como quieran: Death Metal Progresivo,Rock progresivo, Metal Progresivo, Jazz o lo que sea. Esto es Opeth y las posibilidades son infinitas.
TEXTO: Carlos Noro
FOTOS: Estanislao Aimar