WALTER GIARDINO y JOE LYNN TURNER en vivo en Comodoro Rivadavia: “Brillaron con su temple inmortal”


En medio de una gira sin precedentes, Walter Giardino Temple y Joe Lynn Turner, uno de los próceres del hard rock a nivel mundial, hicieron estallar el Teatro María Auxiliadora de Comodoro Rivadavia, el 30 de abril.

Para instalarse en el escenario de lo que fue una verdadera fiesta del hard rock de primer nivel, hay que tomar dimensión de lo que significa tamaña visita, primero, al país, y después, a ciudades del interior, como así también a países vecinos. Más de uno, en el sur argentino (también estuvieron en Cipolletti) todavía se está pellizcando para comprobar que lo que se vivió no fue un sueño, que en el caso de la tierra de los vientos se hizo realidad gracias a la gente de CDM Producciones Patagónicas. El eximio guitarrista Walter Giardino, reconocido líder de Rata Blanca, reflotó su proyecto de Temple y, al igual que en 2012, aunó fuerzas con Joe Lynn Turner, el ex cantante de Rainbow, Deep Purple e Yngwie Malmsteen (casi nada) para, en esta ocasión, recorrer buena parte de Argentina y otros países como Chile, Paraguay y Bolivia. Comodoro Rivadavia fue un punto trascendental para ver a estos “monstruos” en la Patagonia, aunque hubiese estado bueno que el recinto estuviese repleto, por el significado de este show. Estas cosas no se dan todos los días. De todas maneras, el “María Auxiliadora” albergó a un 80% de su capacidad y estalló de emoción. Se pudo comprobar en los rostros de todos, no sólo abajo del escenario.

¡QUÉ ANTESALA!

La noche arrancó con una antesala digna de lo que se avecinaba. La banda local Ares, un trío compuesto por Matías Hernández en voz y guitarra, Alan Hernández en batería y Lucas Chacón en bajo y coros, allanó decorosamente el camino ante la presencia de un respetuoso público, ávido del mejor hard-rock-metal, y los muchachos comodorenses desplegaron una performance impecable. Este combo, que viene batallando desde hace varios años en la Patagonia, tiene una marcada referencia musical de Rata Blanca, pero más allá de esa influencia, su estilo va por un camino donde el siguiente paso será continuar reinventándose. Atacaron con los propios “Una guerra en tu interior” y “Regresa por mí”, para arremeter con Rata y los memorables “Sólo para amarte” y “Volviendo a casa”. La hinchada alucinó y algunos empezaron a pararse con sus brazos en alto, para que suene “El sueño de la gitana”, otra canción eterna de Rata. El clamor despidió a Ares con su “Soñar en vano”, y después de tremendo calentamiento previo, la oscuridad enalteció al brillo del Temple, que asomó para iluminar a las almas púrpuras detrás del arco iris.

HÉROES DE LA ETERNIDAD

Una tenue melodía le abrió el paso a Walter Giardino Temple, que con una frenética introducción de batería acribilló de movida: “Cacería” se llama el tema. Y sí, las presas sucumben ante tanto instinto musical expuesto. Así se presentó en Comodoro una banda interesantísima que sólo grabó un disco (el homónimo “Walter Giardino Temple”, de 1998), y que ojalá resurja en un corto o mediano plazo con otro mazazo en la nuca. Temple hoy tiene como único miembro original al mismísimo Walter Giardino, quien está rodeado de músicos que, cada uno en sus respectivos grupos, ha hecho méritos para estar compartiendo escenario con monstruos del rock, y la mayoría ya estuvo en la primera reunión con Turner.

Actualmente, Giardino está acompañado por la aplanadora Fernando Scarcella en batería (el más “antiguo”, por así decirlo, aparte de Walter, con quien está en Rata desde hace muchos años); el tremendo Javier Barrozo en voz y los correctísimos Pablo Motyczak en bajo y Javier “Chino” Retamozo en teclados. Pura excelencia. Después de un arranque demoledor con “Cacería”, pasaron “Sobre la raya”, el ganchero “Héroe de la eternidad”, el lentazo “Azul y negro”, el gran instrumental “La danza del fuego”, la hermosísima balada “El club de las almas perdidas”, el inmenso “Corte porteño” y un perfecto final con “Alquimia”. A esa altura, la muchachada (algunos jóvenes y otros no tanto) ya había saltado de sus butacas y varios nos acercamos hasta el escenario (uno hasta se subió) para quedar mano a mano con los músicos, chocando puños con Barrozo y recibiendo púas de Giardino ante la mirada atenta de la gente de seguridad, que finalmente logró alejar al fervoroso público, aunque sólo por un rato.

TURNER SIGUE INTACTO

Pasó Temple y el intervalo se hizo corto, pese a la ansiedad de los presentes de ver en acción a un verdadero prócer del hard rock mundial. Sonaron los primeros riffs de “Spotlight Kid”, de Rainbow, y ahí nomás salió Joe Lynn Turner a comerse la cancha, enfundado en negro: jean, remera y chaleco de cuero. Como todo gran frontman, se ganó a la hinchada de movida. Carisma no le falta a Joe, ¡y voz tampoco! A sus 64 añitos, este pibe la rompe como hace treinta y cinco años, sin exagerar. Se trata de una de las voces fundacionales de un gen musical, que sólo necesitó de un par de temas para acomodarse a su real nivel. Impresionante. Ahí nomás, sonó “Death Alley Driver”, otro de la época de Turner en Rainbow. Pura adrenalina y velocidad, acompañado por el coro de un público que volvía a acercarse al escenario desde los pasillos, lentamente.

Si los artistas se sonríen con miradas cómplices, te das cuenta que, si ellos se divierten cuando todo recién empieza, está asegurado un show memorable. ¡Porque no todo consiste sólo en el virtuosismo! Y fue lo que pasó. “Perfect Strangers”, de Deep Purple, un tema que no fue cantado por Turner en la versión original, arremetió y fue la muestra de la versatilidad de Joe. Sencillamente, sublime, y faltaba mucho más. A todo esto, la onda que le pusieron los músicos fue algo fenomenal, porque la conexión con el público fue instantánea. Giardino es una bestia con su instrumento, pero el plus que le da al show cuando se da ese feedback, supera cualquier tipo de excelencia musical. ¡Y ni hablar de los demás grandiosos músicos de Temple! Unos “monstruos”, sinceramente. Retamozo se lució en los teclados cuando le tocó sacar chapa, al igual que Motyczak en el bajo y Scarcella en la bata. Una base que es una verdadera muralla. Implacable.

Volvió Rainbow con el bellísimo “Street of Dreams”, una balada de esas que te dejan regulando, y ese rebaje dejó la pista preparada para que acelere “I Surrender”, el tema de Russ Ballard que inmortalizó Rainbow. Fue uno de los momentos más emotivos, por tratarse de una de las canciones hard rock más coreadas por quienes estamos en esta movida desde chicos. A todo esto, la interacción era constante y el público ya no podía estar sentado. “Love Conquers All”, de Deep Purple, trajo un remanso de tranquilidad. ¡Como para recordar que estábamos en la mitad de la fiesta! “Fire in the Basement”, de Deep Purple, sacudió a todo un recinto cada vez más enardecido que volvería a hipnotizarse cuando arrancó la intro fantasmagórica y trágica de “Can’t Let You Go”, de Rainbow. Y vuelvo a resaltar que Turner está impecable. ¡Tremenda balada con estribillo allá arriba! Y sin bajar tonos. No está de más aclararlo.

La ganchera “Wicked Ways”, de Deep Purple, y “Man on the Silver Mountain”, un himno que inmortalizó el gran Ronnie James Dio en su paso por Rainbow, dejaron la mesa servida para degustar los manjares finales, con una audiencia que ya venía mostrando sus fauces desde hacía rato. Tras un corto descanso, “Rising Force” (Yngwie Malmsteen) hizo explotar el recinto con su paso arrollador y un Turner desafiante invitó a quienes estábamos al acecho, a acercarnos nuevamente al escenario, mientras los muchachos de seguridad se resignaban y les abrían paso a las fieras. El disfrute fue supremo, las manos extendidas recibían su respuesta desde arriba y la emoción emanaba a flor de piel. “Long Live Rock ‘n Roll” fue otra muestra de la versatilidad y registro vocal de Joe Lynn Turner, regalando, de manera impecable, esa gema que es un sello de Dio con Rainbow. La participación del público en el estribillo no faltó, y los músicos se lucieron con sus solos. Hasta sonó un poco de “Black Night”, de Deep Purple, para que la gente no pare de corear.

Faltaba el golpe de gracia. Cuando se escucharon los primeros riffs de “Burn”, se desató la locura final. Javier Barrozo saltó al escenario, para cantar con Joe este himno de Purple con Glenn Hughes en la voz, y no quedó más nada que rendirnos a los pies de estas bestias. Walter Giardino volvió a hacer de las suyas: rearmó una tremenda banda, con músicos de excelencia, y trajo a uno de los artistas que marcaron el camino de su carrera, para compartir escenario. Por su parte, Joe Lynn Turner seguramente habrá quedado más que satisfecho y feliz con este reencuentro, sobre todo por su gran performance y por rodearse una vez más de artistas preparados para jugar en las grandes ligas. Y el público, agradecido de por vida. Más que nunca: ¡Larga vida al Rock ‘n Roll!

Texto: Lorenzo Martins

Fotografía: Aylén Martins

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