Fecha: Miércoles 18 de Octubre | Lugar: Uniclub | Ciudad: C.A.B.A. | Hora: 21 hs. | Bandas invitadas: MONJE – HEXIS
Es indudable que los belgas de AMENRA entienden su música como una experiencia catártica que busca incluir al público. Es claro también, desde el punto de vista musical, que su propuesta (una mixtura entre post hardcore, sludge, post rock y música extrema) no tiene puntos medios: o te dejás envolver por ella y por lo que propone, lo que convierte al show en un verdadero viaje musical, o te quedás afuera sin entender bien lo que está pasando.
Los belgas saben que para lograr esto, es necesario crear un entorno propicio para que la intensidad y los contrastes exploten sin pausas, y eso sucedió en un show de algo más de una hora que no necesitó de la comunicación explícita con el público para dar cuenta del sentido profundo de la música de la banda.
En este sentido, a pesar de que contratiempos ligados a los vuelos hicieron que AMENRA abriera la noche y tocara antes de los argentinos MONJE y los daneses HEXIS (dos bandas que tangencialmente se relacionan con los belgas en esta idea de mezclar lo extremo con otras sonoridades); no hubo ningún tipo de contratiempo respecto a lo que fue la presentación en sí de un grupo que, a esta altura, tiene bien en claro cómo autogenerar una atmósfera que, con una notable paciencia, desemboque en una experiencia inmersiva tanto para el público como para la banda.
Con una muy bien resuelta idea de utilizar las proyecciones en blanco y negro en un telón de fondo como única luz que iluminó al grupo, desde el minuto cero AMENRA generó sus propios paisajes, dándole protagonismo a la naturaleza y proponiendo una mirada distinta a lo que nos rodea. En este punto, la construcción de sentido fue para el lado de la finitud que tiene el ser humano frente a un entorno natural que ofrece más de lo que podemos percibir. Empleando lentes macro, se podía observar todo aquello que no vemos, por obvia limitación, a la hora de usar nuestros sentidos. El agua corriendo, las montañas, los paisajes agrestes y desolados acompañaron a una música que sirve para dar cuenta de que también las leyes de esa naturaleza violenta, excesiva e incontrolable afectan al ser humano y lo obligan a encontrar su propio lugar subjetivo en un mundo donde no parece haber lugar para sentir ni para sufrir.
Con un sonido perfecto, fuerte, pero no excesivo (todo un logro para una banda en la que el audio también es parte de la música), el inicio formal del show con “The Pain It Is Shapeless” mostró a la banda de frente al público y a Colin H. van Eeckhout gritando violentamente de espaldas al público. Esta situación con la banda de frente y cantante de espaldas sería la constante en la mayor parte del show. Solo cerca del final (donde las imágenes viraron por momentos a referencias religiosas sin perder jamás las características de soledad y desolación) giraría para mostrar su consternación al interpretar las canciones. Lo suyo fue un show en sí mismo, yendo de alaridos desgarradores a momentos calmos con una ductilidad admirable. La mencionada “The Pain…” fue un ejemplo de esto.
“The pain it is shapeless, but it’s constant” (“El dolor es sin forma, pero es constante”) gritó de manera desgarradora para dar cuenta de que el dolor es una experiencia abstracta y etérea, algo que puede transformarse y cambiar de forma, pero que sigue siendo una presencia constante en nuestras vidas.
“Plus près de toi (Closer to You)”, una canción que sostiene la idea de la cercanía con algo que va más allá de lo trascendental; fue uno de los momentos donde el grupo supo dar cuenta de la variedad de climas que puede generar en cada canción. Del doom más corrosivo, pasando por momentos donde la voz de Eeckhout se mostró despojada y casi sin ningún tipo de acompañamiento instrumental; a lo largo de casi nueve minutos, el grupo se mostró como un todo denso pesado y ominoso acompañando, sin lugar a dudas, el viaje trascendental que propone la canción, sin resignar en ningún momento el dramatismo sónico que caracterizó todo el show que es lo que hace a AMENRA, una banda que va mucho más de una propuesta musical. Lo suyo es construir un conjunto de sensaciones que vayan trasciendan el entendimiento humano y eso, aunque parezca excesivo, se puede lograr en un show de los belgas.
Con un excepcional trabajo de cada músico para construir paredes sonoras que, rápidamente, fueron demolidas con explosiones sonoras o momentos melancólicos; es destacable como cada quien realizó un trabajo individual excelso sin perder jamás la idea de ese “todo indisoluble” que es AMENRA. Mathieu J. Vandekerckhove y Lennart Bossu en las guitarras, fueron capaces de ir de los momentos más extremos a los más sensibles con una increíble habilidad de armonizar y complementar sus aportes. Bjorn J. Lebon en batería y Tim De Gieter en bajo se encargaron de construir los cimientos rítmicos y percusivos para que, canciones como “De Evenmens” o “Terziele”, pudieran encontrar un oscuro brillo en medio del clima ignominioso y opresivo que genera la banda. En este contexto, quedó claro que AMENRA es una banda donde sus integrantes comulgan las mismas ideas y encuentran una vibra similar que posibilita que una propuesta extrema y, al mismo tiempo, liberadora pueda encontrar lugar tanto en los discos como en el vivo.
Así, la última parte de show con canciones como “Nowena | 9.10”, “Am Kreuz”, “A Solitary Reign”, “Diaken” sirvieron para terminar de cerrar una actuación conmovedora. Cada una de ellas, que explora temáticas ligadas a la soledad, el aislamiento y la autoexploración fueron pequeños momentos de intensidad, angustia y liberación catártica no solo para el grupo, sino para los presentes, sin dejar jamás de mostrar los contrastes de densidad y pesadez musical que proponen. “La tristeza es infinita” fue la frase proyectada en la pantalla con la que los belgas concluyeron la noche y el camino de autoexploración que sugieren con sus canciones. Esa experiencia, como toda obra artística, fue transformadora para quienes se dejaron atravesar por ella. Inolvidable.