APOCALYPTICA en vivo en Buenos Aires: “¡Agachate y cono-cello!”


“¡Agachate y conocello!”

Mi nombre es Rodrigo… ¡y odio a METALLICA! Lo dije, listo. Los odio tanto, desde luego desde “Load” en adelante, que siempre tuve la misma fantasía estúpida de llamar a Lars Ulrich al estilo Bart con Moe y decirle:

– Hello, Lars… I hate “Load” and all that shit you did after that. It´s much better hear your songs in cello?

– What cello?

– ¡Agachate y conocello!

Luego de este estúpido e innecesario chiste, quiero contarles por qué escucho heavy metal. Año 1992, el mundo de la música revolucionado con la muerte de Freddie Mercury. Púber por aquel entonces, y ya algo curioso con la música (me gustaban los GUNS N’ ROSES, lo admito) me planté frente a la TV cuando televisaron aquel mastodónico recital homenaje al líder de QUEEN. Todos estaban expectantes sobre cómo sonaría GUNS, “LA” banda del momento, junto a grandes como Elton John y demáses.

Pero todo cambió cuando subió la primera banda del festival. Aún era de día en aquel Wembley noventoso, pero les juro que todo se oscureció sobre el escenario. Cuatro sujetos pelilargos vestidos íntegramente de negro pusieron toda su oscuridad sobre las tablas. “Exit light… Enter night”, dicho y hecho, METALLICA había llegado para cambiar mi vida. Luego me dejarían huérfano al cortarse el pelo y demás pavadas, y yo sería hermosamente adoptado por una preciosa doncella británica. Pero esa es otra historia.

Ese mismo año, del otro lado del mundo, en Helsinki, cuatro Finlandeses mucho más inteligentes que yo pero con el mismo gusto musical, daban rienda suelta a su talento haciendo covers de Hetfield y compañía. Pequeño detalle: lo hacían con cellos. Un par de años más tarde, en 1996, ya bautizados como APOCALYPTICA  grabarían “Plays Metallica by Four Cellos”, y ahí sí, ya no haría falta que nadie se agache para conocerlos. Quizás fue chiquita, pero fue una revolución al fin. Los chicos crecieron, siguiendo haciendo covers con cellos y se mezclaron con el mundillo del heavy metal. Como este mundillo es tan afecto a los homenajes/despedidas/reuniones, al cumplirse 20 años de ese hito decidieron salir a festejarlo por el mundo. Y hacer una moneda por cierto.

Con esta razón llegaron nuevamente a la Argentina, y no saben lo que lo agradezco. Ya la particularidad innata de la propuesta los vuelve un espectáculo imperdible, pero si encima el promotor de turno los mete en un lugar tan idóneo como el Coliseo, la fiesta es completa (amén de una mini gira por el interior, hermoso). Los había visto en Flores años atrás, pero esta vez superó en creces aquella ocasión. ¿Qué les puedo decir del show? El tímido, casi en puntitas de pie, show de apertura a cargo de DANIEL TELIS y su guitarra acústica fue un delicioso tentempié. No descolló, pero no careció de buen gusto y precisión. Lindo aperitivo.

Con la siempre graciosa visión de ver cómo pelilargos, tatuados, barbudos, camperas de cuero y otros íconos metálicos interactuaban con un recinto como el Teatro Coliseo, me senté a esperar algo para el recuerdo. Comenzaron con Enter Sandmany la verdad que mucho más no se puede decir de los temas. ¿O acaso poder elegir cuál tema sí y cuál no cuando son encarnadas como puras maravillas clásicas? Creeping Deathse erigió nuevamente como una de mis favoritas porque me recuerda la época de cuando METALLICA era METALLICA, pero Nothing Else Matters me subyugó casi aún más que la original.

El set estuvo dividido en dos partes, con un intermedio que incrementó aún más la puesta teatral en escena, como si de una ópera se tratáse. La primera parte solo fueron ellos cuatro. Eicca Toppinen, blondo como siempre, se erigió como líder de la manada, ante la pasividad de un Paavo Lötjönen haciéndole honor al nombre (cuak!), la llamativa (y momentánea) tranquilidad de Perttu Kivilaakso (una mezcla de Jack Sparrow con Tuomas Holopainen) y esa momia viviente que es el reincorporado Antero Manninen. Demás está decir que grositud te tiene que sobrar si querés hacer esto. Piénsenlo bien, ¡es tocar METALLICA con cellos! Y lo hicieron, maravillosamente bien, como hace 20 años. A veces dudo que seamos conscientes que vivimos hechos como éste.

La segunda parte del show fue más movida desde el vamos, con la sumatoria del batero Mikko Sirén, que le dio poder a las brillantes versiones que sucedieron una detrás de otra: “Fade To Black”,  “For Whom The Bell Toll”,  “Fight Fire With Fire”  y la famosa aunque detestable por mí, “Until It Sleeps”. Como ferviente devoto de San Cliff Burton, cuando llegó “Battery” casi salto del pullman al vacío hacia un público que hacía rato se había levantado de sus asientos a pedidos de Perttu “Sparrow” ya completamente olvidado de su rol pasivo de la primera mitad. Y esa imagen es la que queda del show: un cellista, en cuero, de pelo largo y tatuajes, tocando como más de un concertista envidiaría y haciendo headbanging al ritmo de himnos del metal.

La despedida fue con la mencionada emoción de Nothing Else Matters y la quizá no tan oportuna “One”. Yo hubiese elegido otra canción, pero como justamente reza la quizás (?) mejor power ballad de la historia, “Ya nada más importa”

Yo vi a APOCALYPTICA en el Coliseo… frase que rima con “¡Agachate y conocello!”.

Texto: Rodrigo San Miguel

Fotografía: Maru Debiassi 

Agradecemos a Diego Perri vía Volumen 4 por la acreditación al evento.

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