Fecha: Martes 25 de marzo, 2025 | Hora: 19 hs. | Lugar: Uniclub | Bandas invitadas: WICCA 333 – MONJE
El regreso de PENTAGRAM a Buenos Aires fue mucho más que un simple concierto de doom clásico; fue un fenómeno que superó todas las expectativas. Con Bobby Liebling al frente, la banda vivió un repunte inesperado en popularidad, impulsado por un meme viral protagonizado por el mismo Bobby. La imagen de su mirada desorbitada desató una oleada de curiosidad en las redes sociales, lo que resultó en un Uniclub completamente colmado por fans ansiosos por verlos en vivo, algo no muy frecuente en el recinto del Abasto. La demanda fue tal que, al día siguiente, se sumó una nueva fecha íntima en el Centro Cultural Bula, y hasta figuras de otros géneros musicales, como el cantante de música urbana DILLOM, se unieron al público tal vez para rendir homenaje al sonido pesado de PENTAGRAM o simplemente por una bizarra curiosidad. Tanto en un caso como en el otro, el sorpresivo beneficiado fue Bobby quien parece, por fin, tener su segundo de popularidad en esta loca época que vivimos.
La banda llegó con una formación renovada: Tony Reed (guitarra), Scooter Haslip (bajo) y Henry Vasquez (batería), quienes se unieron el año pasado para grabar Lighting in a Bottle (2025) un disco que le hace justicia a su historia. A pesar de los cambios, la esencia doom de PENTAGRAM permaneció intacta, y eso quedó claro desde el primer acorde de Live Again. La canción, con su riff pesado y lento, marcó el inicio de una noche que prometía ser un recorrido a través de los pasajes más oscuros del doom. Bobby Liebling, cuya voz había sido objeto de dudas en los últimos años, sonaba más poderoso que nunca, desbordando energía con cada interpretación y dominando el escenario con una presencia que cautivó al público. Su voz rasposa, llena de emoción cruda, sumió a todos en un viaje a lo más profundo del género, mientras su actitud y gestos capturaban la atención, como si cada palabra que cantaba tuviera un peso inquebrantable.
Precisamente Bobby, sin duda, fue el protagonista de la noche. Su conexión con las canciones no solo se reflejó en su voz desgarrada, sino en su energía y presencia escénica. En I spoke to death, por ejemplo, su interpretación fue hipnótica, con cada acorde transformándose en un vehículo para una emoción tan visceral que parecía imposible que un solo ser humano pudiera canalizar tal intensidad. Bobby se retorcía sobre el escenario, como si cada riff lo atravesara, mientras su rostro reflejaba una emoción tan hipnótica que el público no podía apartar la mirada. Con cada tema, su figura se volvía más enigmática, más imponente, y su interacción con la audiencia parecía casi sobrenatural. En cada momento, se sentía que Bobby no solo interpretaba las canciones, sino que se fusionaba con ellas, viviendo su dolor y su poder al máximo.
El set continuó con temas de Lightning in a Bottle y clásicos de su discografía, dejando claro por qué PENTAGRAM sigue siendo una de las bandas más importantes dentro del doom. Solve the Puzzle encendió la sala con su groove denso, destacando la labor de los músicos, quienes aportaron un toque fresco sin perder la esencia de la banda. La batería de Henry Vasquez, firme y precisa, se fusionó perfectamente con el bajo de Scooter Haslip. Ambos se encargaron de construir una base rítmica aplastante que reforzó la atmósfera densa de cada tema. Algo similar sucedió en Starlady, donde Vasquez marcó el tempo con su batería pesada, mientras Haslip ofrecía líneas de bajo que penetraban el espacio, creando una sensación de oscuridad creciente. Sin embargo, Bobby seguía siendo el centro de atención, con una interpretación tan visceral que cada tema parecía absorber por completo su energía vital.
En Sign of the Wolf (pentagram), Tony Reed brilló con un solo que no solo mostró su destreza técnica, sino que aportó una capa extra de profundidad a la canción. El riff inicial, oscuro y machacante, fue acompañado por un solo de guitarra que se convirtió en el alma de la interpretación. Bobby, en respuesta, intensificó su presencia, reflejando la tensión en su rostro mientras la guitarra parecía dominarlo, como si cada nota lo empujara más cerca del abismo. La canción, por su parte, se cargó de energía al ser interpretada en vivo, con un sonido mucho más pesado y visceral que en su versión de estudio. En Review Your Choices, Reed le dio un giro interesante a un clásico de la banda, impregnándolo con un toque más stoner que conectaba perfectamente con la pesadez del resto del set. Sin embargo, lo más impresionante no fue solo su habilidad técnica, sino la forma en que Bobby reaccionó a su guitarra: cada riff, cada solo parecía alimentarlo, haciéndolo transformarse aún más en una figura grotesca y enigmática que dominaba el escenario.
El clímax llegó con The Ghoul, el tema que cimentó el mito de Bobby gracias a su mirada, famosa por el meme que dio la vuelta al mundo. Con una sonrisa irónica, Bobby presentó la canción diciendo: “No sé lo que pasó con ese meme, solo salgo de noche”. Pero la canción es todo lo contrario a la broma: con su tono pesado y ominoso, relata la historia de un demonio que solo aparece en la oscuridad. La interpretación de Bobby fue inquietante, como si realmente se estuviera transformando en esa figura nocturna de la que habla la letra. Cuando hizo su ya clásica “mirada meme”, no fue un gesto para causar risas sino la expresión de alguien completamente inmerso en su propia creación, en trance con la música. La voz rasposa de Bobby, su postura inquebrantable y su mirada penetrante crearon una atmósfera de terror y misticismo que hizo que la canción cobrara vida propia. Cada riff, cada cambio de ritmo, se sintió más fresco y enérgico, con la banda sonando mucho más compacta y poderosa.
El set continuó con Thundercrest, que desató un pogo eufórico entre los fans, y Walk the Sociopath, que aportó una sensación de opresión brutal. Ambos temas se destacaron por su pesadez, pero también por su energía contagiosa. En el primero, la audiencia se entregó completamente al riff pegajoso y al groove que marcaba el ritmo de la canción, mientras que en el segundo, la atmósfera se volvió casi claustrofóbica, con cada acorde de guitarra y cada golpe de batería elevando la intensidad a niveles extremos. El público explotó cuando cada tema alcanzó su punto más alto, perdiéndose en la magia del riff que se repite casi hipnóticamente, creando un clima con un nivel de intensidad altísimo, de esos que solo una banda de la talla de PENTRAGRAM puede generar. Estos fueron de esos momentos en los que el doom se vuelve físico, casi tangible, y el público no tiene más opción que entregarse al poder de la música.
El cierre del show en Uniclub fue monumental, un desenlace que dejó a todos los presentes con la sensación de haber vivido con un alto nivel de intensidad. Cuando las primeras notas de Forever My Queen empezaron a sonar, un grito ensordecedor surgió desde el público. Ese himno emblemático, uno de los más representativos de PENTAGRAM, marcó la culminación de una noche llena de energía cruda y emocional. La canción, con su riff lento y sombrío, arrastró a todos a una atmósfera densa y pesada, pero con un toque de belleza desgarrada que hizo que la audiencia se entregara por completo. La interpretación de Bobby fue un reflejo de su capacidad para canalizar las emociones a través de la música: su voz, rasposa y cargada de sentimiento, se convirtió en una invocación, un canto fúnebre que, sin embargo, se sintió como una declaración de vida. La forma en que Bobby se retorcía y vibraba con cada acorde era un recordatorio de que, pese al paso de los años, sigue siendo el alma de PENTAGRAM, el faro que guía a sus seguidores a través del abismo del doom.
El pogo que se desató en la sala mientras sonaba Forever My Queen fue una manifestación de lo que había logrado la banda esa noche: una comunión absoluta con su público. La pesadez de la canción, con su aire ritualista, no impidió que los cuerpos se movieran en un vaivén frenético, como si el mismo doom pudiera ser físico y liberador. Esa sensación de libertad dentro de la oscuridad es lo que siempre ha hecho especial a PENTAGRAM. La capacidad de llevar a su audiencia de la tristeza más profunda a la euforia más absoluta, todo dentro de la misma canción, es lo que cimenta su lugar como una de las bandas más fundamentales del género.
Sin embargo, lo mejor estaba por llegar. Cuando la introducción de 20 Buck Spin se hizo presente, el público explotó en un grito que parecía romper los techos del lugar. Ese corte, tan pesado y definitivo, es uno de los mayores himnos de la banda, y no podía faltar en el setlist. La canción, con su riff abrasivo y directo, es una de las más representativas de su estilo. Desde el primer golpe de batería, marcado por Henry Vasquez, hasta el bajo atronador de Scooter Haslip, todo se alineó para que la ejecución fuera perfecta. El solo de guitarra de Tony Reed se fundió en la pesadez de la composición, aportando una textura aún más densa y aterradora. El público respondió con un pogo furioso, como si 20 Buck Spin fuera la definición exacta del doom, el último empujón hacia un abismo sonoro del que todos querían ser parte.
En este punto, lo que destacó de esta versión de 20 Buck Spin fue la conexión total de la banda con el público. Bobby, aún completamente transformado por la oscuridad de la canción, parecía perderse en cada acorde, mientras la banda crecía en potencia y energía. Su voz, inconfundible y desgarrada, fue el faro que guió a los presentes a través de esa última explosión de caos sonoro que condujo al público hacia un trance colectivo en el contexto de un cierre lleno de aplausos y ovaciones.
Si comparamos esta actuación de la banda con la anterior visita de 2022, que muchos consideramos en aquel momento única e irrepetible por cuestiones vitales y por la endeble salud de Bobby; la sensación es que PENTAGRAM sigue más vivo que nunca. Con una formación renovada y un Liebling en su mejor estado, demostraron que, aunque el tiempo pase, su legado no solo persiste sino que parece tener un interesante presente en donde tal vez haya más años de vida. Quien sabe.
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