Fecha: Sábado 24 de mayo de 2025 | Hora: 23.59 hs. | Ciudad: Comodoro Rivadavia (Chubut) | Lugar: El Sótano Pub | Bandas invitadas: No hubieron
Hay recitales y recitales y el de HORCAS, a fines de mayo en Comodoro, nos dejó un sabor distinto. Estamos hablando de una banda que ya supera, con tranquilidad, los treinta años de trayectoria ininterrumpida. Sin embargo, cuando justamente en algún punto el “interrumpir” pudo haber sido una opción, no la fue, con todas las cuestiones que les tocó atravesar desde la desaparición física de Osvaldo Civile, mentor e ideólogo de esta histórica y relevante banda, después de haber dejado de tocar en los pioneros V8.
Han tenido varios cambios de baterista y guitarrista, aunque el resto de la estructura es la que los mantiene firmes y revitaliza esa hegemonía del pasado: nos referimos al Topo, Walter y Guille. No es fácil ni sencillo, menos aún cuando ha sido y sigue siendo una banda que, a pesar de practicar un heavy metal nativo de corazón, tiene un grupo de gente que, básicamente, los catalogan de “ladris” por seguir tocando canciones bajo el rótulo de HORCAS, manifestando que esa marca ya no les pertenece. De la misma manera, tampoco aceptan que sigan haciendo canciones de los primeros dos discos, más allá de que el Topo haya sido partícipe desde Oíd mortales, el grito sangrado (1992), segundo disco de la banda (y uno de los mejores a la fecha).
Diversos videos que circulan en YouTube los catalogan de chorros de riffs, de responsables de la muerte de Osvaldo y de una sarta de huevadas que es imposible mencionar. Sin embargo, vale la pena ponerlas sobre el tapete: si algo de todo eso fuera verdad, la banda ya no se encontraría posicionada donde está. Y si así fuera, desde que Civile dejó de existir, ellos podrían tranquilamente haber encarado otra vida musical… y no lo hicieron. Al contrario, ya llevan más discos y canciones como banda que cualquiera de los miembros que pasaron por la agrupación, y que intentaron seguir dándole vida a esto bajo la premisa de «es lo que Osvaldo hubiese querido». Por eso, más allá de cualquier litigio legal de marca o susodicho que pudiese existir, la banda sigue firme en su curso, haciendo oídos sordos a todo lo que se pueda manifestar.
La cuestión es que decidieron seguir con ese legado de ser “la banda de Civile” y representar mucho de lo que este guitarrista les dio, bajo la suposición de sentir que eligieron siempre el camino correcto. Más allá de todo esto, el quinteto compuesto por los viejos Walter Meza, Norberto Yánez y Guillermo Coria, junto a los jóvenes que arribaron con ánimos rejuvenecedores, Lucas Bravo y Cristian Romero, visitaron por segundo año consecutivo la ciudad del viento. Lo hicieron en el emblemático Sótano Pub, junto a una cierta menor cantidad de gente, si lo comparamos a su más reciente visita el año pasado, pero a decir verdad, no sé cuanto importó.
Durante una hora y cuarenta y cinco minutos, la banda recorrió su más reciente y renovado sonido con canciones pertenecientes a El Diablo (2024), viejas gemas (Eternos lideró la lista), más alguna que otra sorpresa. En cercanías a las 2.15 AM la banda se hizo presente en el recinto que obviamente, desde hacía un tiempo, pedía su presencia, dado que no hubo acto soporte debido a una complicación en la salud del bajista de SÍNDROME, banda de la ciudad de Caleta Olivia (Santa Cruz) que iba a dar acto de inicio a la noche.
Inicialmente, las guitarras nunca se escucharon bien y la voz de Walter llegaba desde muy lejos. Tanto es así que se lo notaba haciendo un gran esfuerzo por dejar todo de sí, tratando de escuchar al resto… y que el resto lo escuchara a él, incluidos nosotros. Más allá de un acople que —según manifestó— le quemaba la cabeza por la cucaracha, decidieron arrancar el show con temas del moderno y potente disco. Entonaron canciones como Ciego para ver o El Diablo, quizás de las mejores de la placa, y que además oficiaron como singles de presentación y adelanto.
Mientras corría el inicio del show, el público presente tapaba el canto de Walter debido al bajo poder de todos los instrumentos (la bata era lo que mejor llegaba). Continuaron con canciones emblemáticas como Fuego, Rompo el dolor, Mentiroso, Infame y Malos tiempos para que, entre medio de todo eso, el Topo Yánez hiciera alguna que otra alusión acerca de la banda y su relación con el público comodorense, la cual data de mucho tiempo. Mientras tanto, a la par, siguieron afirmándose con el sonido, sintiéndose lógicamente todo mucho más equilibrado que al principio.
Bajo las palabras efusivas de Walter, cómo es su perfil siempre, se presentaron una vez más como: “Somos HORCAS, somos la banda de Osvaldo Civile y hace más de treinta años estamos tocando”. Y fue entonces con la llegada de Punto final en dónde se pudo sentir, efectivamente, que las violas realmente llegaban ya mucho mejor. Costó, pero valió la pena.
Y la verdad, que fue un show charlado, ya que para la llegada de Vence, Walter dedicó la canción a esos músicos que ya no están entre nosotros, entre los que destacó a Osvaldo Civile, Ricardo Iorio, Norberto Napolitano y al Negro Sánchez, entre otros más. Para continuar con clásicos como En la Jaula y con la linda, Argentina, tus hijos, a la que le sumaron alguna estrofa del himno nacional más algunas palabras alusivas que el cantante esbozó en relación con el ya entrante acto patrio del 25 de mayo.
Más tirando al cierre, llegaron las sorpresas y, entre medio de los clásicos más coreados, como Esperanza o el himno Solución Suicida, ejecutaron Seek And Destroy (METALLICA) con Lucas en las voces. Acto seguido se presentó a los músicos de la banda, sorprendiendo a propios y extraños, cuando Walter se atrevió a entonar Desconfío de PAPPO’S BLUES, cuál show de bar te imagines.
Ya para el cierre, como si fuera poco, el mismo cantante dijo que iba a ejecutar una canción que a él particularmente lo emociona mucho. Y así no más se despacharon con una distinta versión de Amutuy (Vámonos) Soledad, de los siempre presentes en la Patagonia, HERMANOS BERBEL. Una canción que, vale la pena recordar, ha sido revitalizada y dada a conocer masivamente por el querido RUBÉN PATAGONIA. Posterior al sorpresivo y emotivo momento, se despacharon con una versión más acelerada de Muerto en la Calle y, como si no alcanzara, lindas versiones llegaron de V8 como Brigadas Metálicas, en la que se refirió y agradeció a, justamente, esas brigadas que se acercaron de distintos lugares de la Patagonia a ver el show en la ciudad del viento.
Se despidieron con la siempre solicitada Destrucción y pusieron broche a una noche en la que no hay nada para reprochar y dónde dejaron todo. Debo reconocer que el gordo le mete absolutamente toda la onda, y que ya no está tan boca sucia arriba del escenario (risas) y eso también está bien, a pesar de su clásico sello del “que se vayan a la concha de su madre”, del cual no sé puede desprender, sino, no sería él.
Me queda dando vueltas en la cabeza cómo mutó HORCAS, y lo distinto —y grato— que es verlos hoy. A pesar de que en algún momento, los pueblos metaleros se hayan dividido entre quienes decidieron escuchar solamente sus dos primeros discos, y aquellos que los siguen al día de la fecha sin importar las batallas legales por el uso de la marca, las críticas en redes por el nombre —siendo que no hay ningún miembro originario entre sus filas—, y muchas otras cosas que no vienen al caso… vale la pena mencionarlas, al menos, para poder estructurar su pasado y su presente.
Me quedo con músicos y una banda que decide seguir recorriendo el país, que es lo que seguramente quería Osvaldo, como lo hizo por acá por última vez en el año 1995, en marco del METAL ROCK FESTIVAL al que seguramente muchos recuerdan, con Bertoncelli en la voz líder. Mucha agua ha corrido bajo el puente, muchos discos y canciones han surgido y hay una trayectoria que le pese a quién le pese, es insoslayable. Y si, como dijo el gordo, “escuchen música siempre”, al fin y al cabo es lo más sano que nos puede suceder en un país que siempre está en terapia intensiva.