Fortu Sánchez no es solo el cantante de OBÚS, es un personaje, de esos que no se fabrican más. Laburante del riff, cabeza dura, callejero, gritón, curtido. A los 71 años sigue cantando como si recién hubiera salido del barro, con la lengua afilada, la remera chivada y el puño en alto. Le canta al sistema que te mastica y te escupe, al billete que nunca alcanza, a los pibes que se perdieron en la droga, a la migración, al dolor y a la rabia. No habla de dragones: habla de lo que duele. En esta nota repasa su historia sin filtro: la rivalidad con BARON ROJO, la casi banda con Pappo, el respeto por RATA BLANCA el ninguneo a las bandas españolas en su propio país, y por qué sigue gritando en español cuando todos le decían que el rock era en inglés. Después de 45 años, el tipo no afloja. Fortu no vino a pasear: vino a romper todo.
Fortu, 45 años tuvimos que esperar para que OBÚS venga a la Argentina. ¿Por qué se hizo esperar tanto?
La verdad que no lo sé del todo. En los años ’80 estuvimos a punto de ir dos o tres veces, pero siempre hubo problemas. Temas con el dólar, con las monedas, historias así. Siempre nos quedamos en la puerta. Algunos colegas nuestros tocaron allá, pero nosotros no pudimos. Pero bueno, como dice el dicho “nunca es tarde si la dicha es buena”, Después de 45 años, por fin vamos a pisar tierras argentinas. Y encima, tengo un montón de amigos argentinos acá en España, gente con la que me llevo genial. Así que estoy feliz de poder por fin tocar en Buenos Aires.
OBÚS fue una banda pionera del heavy metal en español. ¿Cuándo te diste cuenta de que estaban marcando historia?
La verdad, nunca pensé que después de 45 años íbamos a seguir en la carretera. No me lo imaginaba. Lo nuestro fue fruto de mucho trabajo: yo empecé con 15 años a tocar, y después formamos OBÚS. Tuvimos la suerte de ganar un concurso, de ahí salió una discográfica que nos grabó el primer disco… ¡y ese disco explotó! Ahí empezó todo. Pero te soy sincero: jamás pensé que íbamos a ser escuela para otras bandas. Es un orgullo. Seguimos siendo pioneros, seguimos girando, componiendo, soñando. Y lo mejor: tengo la misma ilusión que hace 45 años.
En los primeros años los llamaban rock duro, después hard rock, hasta que se los asoció al heavy metal. ¿Cómo fue cantar este estilo en español en los años ‘80?
Fue muy difícil. Muy. La etiqueta “heavy metal” vino después de unos tres discos. Nosotros veníamos de la escuela de DEEP PURPLE, LED ZEPPELIN, JUDAS PRIEST… Al principio éramos rock duro, claro. Y cantar eso en español era todo un desafío. En España, en esa época, te tiraban abajo. Cada año había que demostrar que sabías componer, tocar, que eras un profesional. Y, aún así, no nos valoraban como merecíamos. Hablo en general, no solo de OBÚS. Las bandas de habla hispana siempre la tuvimos más difícil. Para entrar al circuito europeo tenés que cantar en inglés. Hay excepciones, como RATA BLANCA, pero son muy pocas.
¿Sentís que las bandas españolas no reciben el respeto que merecen, incluso en su propio país?
Totalmente. En los festivales de España, las bandas internacionales se llevan el pastel y a las locales les dejan las migas. No hablo solo por OBÚS, lo digo por todas. Las bandas españolas de rock duro y metal merecen mucho más respeto. Tenemos historia, calidad, trayectoria. Pero aún así, cuesta. Por eso estamos curtidos en la lucha.
Más allá de las dificultades, decidiste cantar en español desde el principio. ¿Por qué fue tan importante para vos?
Porque quiero entender lo que canto. Si hablo de centrales nucleares, de inmigración, de injusticias, quiero saber lo que estoy diciendo. En el año ’80 tuve una oferta para cantar en inglés en otra banda, pero dije que no. A mí me gusta transmitir un mensaje, y quiero que la gente lo entienda. Cantar en inglés puede sonar bonito, pero muchas letras son vacías. Las traducís y te das cuenta que no dicen nada. En cambio, lo nuestro va al grano. Es directo, sincero. Y eso lo logra el español. Estoy orgulloso de haber defendido el español en el rock desde el primer día.
¿Sentís que esa identidad de clase está muy presente en tus letras?
Yo no lo fui sintiendo, es que yo nací así. Vengo de una familia obrera, de un barrio muy profundo de Madrid, la zona de Vallecas. Me crié en Entrevías, rodeado de gente trabajadora. Me siento un obrero de mi oficio, porque elegí la música y gracias a Dios tengo continuidad. Si no hubiera sido músico, seguro que hubiera sido albañil. Me encanta la albañilería, el yeso, el cemento… me gusta construir. Además escribo sobre lo que viví. Mi infancia y adolescencia las pasé en la calle. Antes no había móviles ni internet. Nuestra vida era el barrio. Para entender eso, hay que haberlo vivido. En mis letras hablo de lo que pasa en los barrios, de mis amigos, de gente que se metió en el delito porque no tenía otra forma de subsistir. También de quienes cayeron en las drogas sin información, porque en los 80 no sabías qué te podía arruinar la vida. Perdí a muchos amigos, vecinos, familiares por eso.
OBÚS también tiene canciones festivas, garajeras, de calle. ¿Cómo convive eso con el costado más social?
Siempre estuvieron las dos cosas. Hablamos de las fiestas en que nos metimos, de estar con los colegas en los “garitos” hasta que te echaban a las cuatro o cinco de la mañana. Pero también hay mucha denuncia. A mí me hierve la sangre cuando veo la injusticia que sufren los migrantes. Hoy hay una falta total de respeto hacia los que buscan una vida mejor en otro país. Se les cierran las puertas, se los maltrata. Eso hay que denunciarlo.
¿Creés que el problema está en el sistema?
Sí, claro. Todo esto pasa por el poder, por la ambición. Todo es money, money. El sistema está podrido por dentro. La gente poderosa vive del pueblo. Si el obrero no existiera, ellos no tendrían cómo enriquecerse más. Mis abuelos también emigraron durante la guerra civil y la Segunda Guerra Mundial. Me duele ver que hoy la historia se repite. Y que seguimos sin abrir las puertas a los que más lo necesitan.
“Dinero Dinero”, uno de sus temas clásicos, ya decía eso en los ’80. ¿Sigue vigente?
Totalmente. Los temas cambian de forma pero siguen siendo los mismos. Nos enseñaron que el dinero es parte de la vida y que puede traer felicidad. Pero lo que trae es comodidad. Si yo me hubiera dedicado a la música por dinero, habría dejado esto hace años. En el rock and roll no hay pasta. Hay muchas horas de carretera, de aeropuertos, de aviones… pero dinero, poco.
¿Y cómo lo sostenés después de más de cuatro décadas?
Porque me apasiona. Yo soy un privilegiado porque después de 45 años sigo haciendo conciertos. Pero muchos colegas míos han tenido que dejar la música porque no llegan a fin de mes. Es muy jodido vivir del rock. En España, y supongo que en Argentina también.
Hablando de historia, siempre se habló de una rivalidad entre OBÚS y BARON ROJO. ¿Fue tan así?
La rivalidad existía, sí. Pero yo creo que fue positiva, como la de los equipos de fútbol: Madrid y Barça, Betis y Sevilla… Era parte del juego. En lo personal, no teníamos problemas. ¡Y mirá cómo son las cosas! Ahora, en 2025, estamos girando juntos por España. Hace años nadie lo hubiera creído. En los ’80, Barón y nosotros éramos las dos bandas más grandes del heavy en castellano. Ellos salieron un poco antes y pegaron muy fuerte con discos como Volumen Brutal (1982) o Metalmorfosis (1983). Nosotros veníamos con Prepárate (1981), Poderoso como el Trueno (1982), canciones más directas, más callejeras. Teníamos estilos distintos, pero el público nos comparaba todo el tiempo. Algunos eran más de BARON ROJO , otros más de OBÚS. Era una especie de IRON MAIDEN vs JUDAS PRIEST versión española. Los medios también “metían leña”, inventaban cosas, y en algún momento se generó tensión. Pero con el tiempo todo eso se fue. Hoy, con tantos años encima, nos respetamos. Cada uno con su espacio, pero con respeto. Cuando subimos al escenario, ahí sí no hay amigos: nos salen los cuernos, los ojos rojos, los colmillos afilados. Queremos comernos el mundo. Eso nos mantiene vivos. Tocar juntos no significa comer en la misma mesa. ¿Sabés? La gente no quiere vernos comiendo juntos, quiere vernos en el escenario. Es como los Rolling y los Beatles. Había rivalidad, pero cada uno con su estilo. Y yo qué sé… ojalá esto siga. Porque la verdad es que estamos haciendo muy buenos conciertos juntos. Yo creo que ellos se han puesto las pilas, y cada vez que tocan con nosotros lo hacen mejor. Van aprendiendo, ¿eh? Y eso está bien. Me gusta que aprendan. Hay que seguir estudiando en la vida. Siempre. Hasta en el rock. (risas).Y además, había gente que nos unía sin quererlo. Por ejemplo, Pappo, que tenía muy buena onda con todos. El Carpo venía mucho a España y nos cruzábamos seguido. Incluso estuvimos cerca de hacer algo juntos,
¡Hubiera estado espectacular!
Sí, estuvimos muy cerca en los años 80. Teníamos buen trato, nos llevábamos bien. Pappo vivía muy cerca de mi casa en España. Hubo mucha charla, mucha conexión. Lo que pasó es que en esa época no era como ahora, donde podés grabar un disco desde distintos puntos del planeta. Hoy, por ejemplo, el baterista de WHITESNAKE grabó en Los Ángeles para mi disco solista mientras yo estaba en España. Pero entonces, o él venía a España o no había manera. Nos faltó esa parte logística, pero la amistad quedó. Pappo era muy respetado en España. Lo conocían por su sonido blusero, su crudeza, su autenticidad. A mí me encantaba su actitud, ese carácter fuerte, de ir al frente. Era un músico de la calle, como nosotros. Siempre decíamos que un disco juntos hubiera sido una bomba. Cuando me enteré de su accidente, me dolió mucho. Hubiera estado buenísimo hacer algo con él. Era de los que no se repetían. Un verdadero guitarrista de raza.
Con 45 años de historia, ¿cómo arman el repertorio para un show en Argentina, donde nunca tocaron?
Es difícil elegir. Hay canciones que son obligatorias: Va a estallar el obús, Dinero, Te visitará la muerte, Autopista, Prepárate. El público las va a pedir, y si no las tocamos, se van a quejar. Pero también habrá sorpresas. Queremos incluir temas nuevos, porque hay una generación que empezó a escuchar OBÚS más recientemente. Va a haber un poco de todo, con distintos arreglos, distintos sonidos. Es un primer contacto muy especial, y lo queremos hacer inolvidable.
¿Cómo vivís esta primera llegada de Obús a Argentina?
Estoy feliz. El 3 de julio en El Teatrito va a ser una noche tremenda. Heavy metal, rock and roll, aguardientes, tequilas, whiskys, cervecitas… lo que haga falta. Tenemos mucha noche por delante. Y les digo: corran que se quedan sin entradas… y después no quiero verlos llorar. ¡Nos vemos en Buenos Aires!
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